vive buena parte del vecindario, consumido por la crisis económica y la falta de recursos.
Este lamentable cuadro se ve agravado por el terremoto de 1804 5, cuyas réplicas, que durarán casi todo el año, llevarán a los vecinos a ausentarse o vivir en lugares donde no puedan sufrir el perjuicio de la ruina de las casas:
Está hoy lleno el Pueblo de solares y ruinas, las personas que antes vivieron aquí manejando sus haciendas se ausentaron y las dejaron arrendadas 6.
El problema llegó a ser tan grave que el cuadro que presentaba la ciudad ante los ojos de los escasos viajeros que se atrevían a llegar hasta aquí mostraba, « las plazas y algunos campos inmediatos con barracas de madera, cañas y esteras en que se guarnecían contra los terremotos los más tímidos. Las gentes estaban muy devotas: santas canciones resonaban de las bocas de los muchachos » 7. Un pánico tan generalizado como comprensible, por los destrozos soportados, las dos personas muertas, heridos y, sobre todo, el varapalo para la economía y el urbanismo local, al encontrarse arrendada buena parte del caserío motrileño. De hecho, un número importante de viviendas, si no hundidas, sí tienen importantes daños estructurales, lo que obligará a las autoridades a dictar severas normas para conseguir que las viviendas vuelvan a su situación habitual 8, aunque los resultados de estas normas tardarán mucho en verse. Mucho más obedientes son los ciudadanos para el establecimiento de un voto de la ciudad a la Virgen 9, con la intención de proteger a la ciudad ante estos movimientos sísmicos … aunque la naturaleza no entiende de creencias y las réplicas se mantuvieron a lo largo de todo el año y se repetirían años después.
También los edificios públicos sufren diferentes daños; entre ellos, quizás por ser más significativos, podemos destacar la Casa del Cabildo, la Alhóndiga, la iglesia de la Encarnación( hubo que derruir la torre); y la entonces conocida como ermita de Nuestra Señora de la Cabeza, a quien se hace « donación de siete casas para reedificarla » 10; incluso la torre del Chucho( o Sacratif), hoy desaparecida, se arruinó con el seísmo.
A pesar de ese ambiente, bastante deprimido, podemos descubrir todo un entramado económico de una ciudad de cierta importancia y que, a pesar de la crisis, todavía mantiene un ingenio real( La Palma) y dos trapiches de dos moliendas, aunque con muy bajos rendimientos( 5.000-6.000 formas 11) y un funcionamiento ocasional. Junto a ellas, « unos pocos telares que aún conservan lienzos ordinarios de lino y cáñamo, lisos y labrados.(…) Cuatro o cinco fábricas de Barro en que trabajan groseramente cántaros, alcarrazas, porrones para miel y las formas en que se cuaja el azúcar.(…) Una Fábrica de Salitre sin refino, de dos que hubo, y existen dos arruinadas Tenerías que en lo antiguo curtían un número considerable de pieles de ganado vacuno, lanar y cabrío que el mismo Pueblo consumía » 12. Y como colofón tenemos que hablar de cuatro molinos 13, elementos importantes para la subsistencia de la población, junto a los cinco hornos y trece hornillos que se encargan de cocer la harina en forma de panes, dando trabajo a cuarenta y ocho panaderos dedicados a la fabricación y posterior venta de pan 14. Lo cual no cubre las demandas de esa población, que necesita buena parte de la producción de los sesenta y tres panaderos censados en Vélez de Benaudalla 15 y otras localidades cercanas.
Y es que, como hemos visto en páginas anteriores, el último tercio del siglo XVIII fue un desastre para la economía local y para los habitantes de Motril. Sin duda, aquella crisis cañera, una de tantas desde el siglo XV, se ceba en el motor esencial de la vida de la localidad( casi monocultivo de las vegas de Motril y Salobreña), con el consiguiente descalabro económico y social. Algo tan temido como una plaga, o más, porque la falta de diversificación de la agricultura local daba lugar a que esas crisis agrarias condenasen a la miseria a todos en general, y que la hambruna asolase los hogares motrileños, sin apenas distinción de clases sociales.
Situación trágica que es consecuencia de la transformación del territorio y de la concentración de su producción a lo largo de los últimos siglos. La agricultura nazarí, allá por el siglo XV, recordemos, velaba por el equilibrio entre los distintos cultivos a lo largo del año. Sin apostar tanto por los posibles pingües beneficios que rinde el cultivo cañero, y velando más por la subsistencia de sus habitantes. Al fin y al cabo son los que, con su presencia, mantienen el espacio y preservan una producción que si bien les beneficia directamente a ellos, también a las autoridades, porque el aumento del rendimiento económico da lugar a una captación impositiva mayor.
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INTERIOR HISTORIA DE MOTRIL. pmd 174 05 / 01 / 2011, 10:24