fensiva y protección de la costa, contenidos en las instrucciones de 8 de marzo de 1567 y que afectarían directamente al dispositivo defensivo desplegado en Motril, que sería reforzado, pero no ya de forma ocasional sino que las distintas compañías tendrían a la villa como sede permanente.
No obstante, la idea de la rebelión ya ha calado profundamente entre un sector importante de la población morisca como el único modo de responder a la ya insostenible situación y a la cada vez mayor presión ejercida por la Monarquía en todos los ámbitos. Fortalecer sus lazos de solidaridad y rebelarse « contra un rey que no consideran suyo y contra categorías sociales que sólo parecían vivir para oprimirlos » es la única salida 71.
En abril de 1568 la situación es cada vez más insostenible. Antonio Guerrero, que había estado cautivo en Fez, informa de la llegada inminente de navíos a las costas del reino, así como de que los moriscos se están proveyendo de armas. Cinco días más tarde, en la reunión de cabildo del día 7, se da cuenta de una carta del corregidor de Granada en la que expone « lo sobresaltado que está el reino por quererse ir los moriscos a Berbería y por las nuevas de enemigos sobre la villa de Motril », y, conscientes del deterioro de la situación, deciden escribir al conde de Tendilla para que envíe más gente de guerra a la villa, así como tomar una serie de medidas conducentes a su mejor defensa: subir a los « caballeros » de la iglesia los dos tiros de artillería que había en ese momento; que los moriscos llenen el aljibe de la iglesia, so pena de 1.000 maravedís; que el depositario del pósito haga moler 20 fanegas de trigo y las ponga en una cámara de la torre de la iglesia y que en otra cámara se guarden « la pólvora, pelotas y otras cosas de resguardo ». Asimismo, se acuerda que todos los regidores salgan por turno a hacer rondas con una cuadrilla y que en las rondas nocturnas les acompañe el sargento de la villa Jerónimo Pérez, so pena de 1.000 maravedís a cualquier vecino que faltare a las rondas 72. Como podemos apreciar, la alarma había cundido tanto en Granada como en la costa y el Capitán General, que durante esos días hacía una visita a Motril, hubo de volver precipitadamente a la capital. A ello contribuyó en gran manera la interceptación de una carta por parte del capitán de Adra, en la que Aben Daud solicitaba el apoyo de los bereberes y el turco para
iniciar una revuelta a gran escala en el territorio. Se confirmaba lo que durante mucho tiempo había sido una sospecha más que fundada 73. Durante todo el verano y el otoño la situación se pudo contener, pero el 23 de diciembre de 1568 la mayor parte de las tahas alpujarreñas se habían levantado en rebelión y un grupo de insurrectos se dirigía al barrio del Albaicín con el objetivo de conseguir el apoyo de su vecindario morisco 74.
Desgraciadamente el mal estado de la documentación hace que las reseñas de los cabildos de esas fechas estén incompletas, pero, aun así, sabemos que en el cabildo del 26 de diciembre se da cuenta de las alteraciones, levantamientos y rebatos en las Alpujarras porque habían llegado a la villa numerosos hombres y clérigos heridos. Todo parece indicar que las tropas asentadas en la villa contuvieron la revuelta dentro de la propia villa, pero aun así se acuerda que las barcas se recojan en el peñón de Salobreña, así como la gente no apta para pelear, a la vez que se pide al marqués de Mondéjar que mande municiones y bastimentos para la defensa de Motril y que otros aco-
La expulsión de los moriscos. Tras sus derrotas en las campañas de 1569-1571, la expulsión se presenta como la única alternativa política a los seculares problemas de inasimilación morisca. La nueva repoblación, de cristianos viejos, fue dirigida y supervisada directamente por la Corona( V. Carducho, 1627, Museo del Prado).
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