Historia de Motril | Page 120

caminaron hasta la plaza de la villa, donde comenzó el ataque, gritando en algarabía y al son de añafiles y otros instrumentos moriscos. Después se dirigieron hasta las casas del cabildo, que estaban junto a la iglesia y puerta de Santiago, y reventando las puertas quemaron las arcas del cabildo, donde se guardaban todas las mercedes y franquezas de la villa y las capitulaciones, mientras los pocos cristianos viejos que pernoctaban en la villa se refugiaron en la iglesia. Saquearon e incendiaron muchas casas y ya al amanecer y después de recoger a cuantos quisieron acompañarles emprendieron el camino de vuelta hacia la playa de Carchuna con un buen número de cabezas de ganado y al parecer un cuantioso botín. Desconocemos el número de vecinos que se fueron, pero todas las fuentes apuntan a que debió ser importante, pues dejaron tierras y casas que permitieron hacer un repartimiento en 1510 cuyo texto no ha llegado hasta nosotros. Por el manuscrito de Tomás de Aquino y Mercado sabemos quiénes fueron los repartidores y que fueron treinta caballerías y ochenta y dos peonías las repartidas, pero poco más 60. Independientemente de ello, lo que sí pone de manifiesto el ataque de 1507 es la dificultad para una fuerte implantación castellana en la zona. Para intentar remediar esta situación la reina Juana concede a los motrileños en 1510 « porque esté más segura la costa de la mar de los moros de allende … e porque la villa sea más poblada e nobleçida » franqueza de pedidos, moneda forera, alcabala y almojarifazgo, diezmo y medio diezmo de lo morisco. Los impuestos sobre la seda, el jabón y el lino se seguirían pagando como hasta entonces 61. Además, al año siguiente la reina le concede merced a la villa de no tener obligación de alojar a la gente de guerra 62. Ni que decir tiene que ninguna de estas franquezas afectaba a la población morisca; sobre ésta pesaban todos los impuestos ordinarios castellanos y toda una serie de nuevos tributos creados ex profeso, y en muchas ocasiones directamente contrarios a las nuevas capitulaciones de la conversión. Esta desigual incidencia de la tributación entre las dos comunidades aumentaría conforme avanzaba el siglo, como tendremos ocasión de ver.
En cualquier caso, no tenemos datos suficientes para valorar el alcance de estas medidas sobre el incremento de la población cristiana vieja en este primer cuarto del siglo XVI. Sí que sabemos que, por la peligrosidad de la zona, la mayoría de los nuevos pobladores eran gente de guerra, y que tras el ataque de 1507, según algunos testimonios, sólo quedaron en la villa setenta vecinos moriscos. No obstante, e independientemente del número de cristianos nuevos que quedaron, lo que sí está claro es que siguieron teniendo representantes en el cabildo. En efecto, entre 1517 y 1519, de los seis regidores que asistían al cabildo, dos eran cristianos nuevos: Juan el Gazy y Fernando Alfaquí. Sin embargo, esta situación debió de cambiar después del ataque norteafricano de
1523, ya que, a partir de entonces y pese a incrementarse el número de regidores a lo largo de la primera mitad del siglo XVI, no vuelven a aparecer regidores moriscos en las sesiones capitulares, coincidiendo con el aumento de la presión social y fiscal sobre la comunidad morisca en estos años. Llegaron a alcanzar los 170 vecinos en 1561, según los encabezamientos de tercias y alcabalas de ese año, cuando la proporción con respecto a la de cristianos viejos era de tres a uno. No así en Pataura, donde el cien por cien de sus noventa y cuatro vecinos en ese año era morisco.
Aunque existen grandes lagunas documentales para este siglo en el archivo municipal, el estudio de otras fuentes nos permite trazar siquiera un bosquejo de cómo fue evolucionando la situación de la población morisca hasta la revuelta de la navidad de 1568. Ya hemos dicho que un porcentaje muy elevado de los repobladores eran gente de guerra y que el hecho de ser frontera con Berbería complicaba más si cabe la convivencia entre dos comunidades que nunca se entenderían. De todos es sabido, y el propio Emperador así lo admite en una carta al Papa en 1526, que « la conversión que assí se hizo no fue del todo voluntaria en muchos de ellos », por lo que el recurso a la taquiyya o simulación religiosa contemplada en el Corán fue moneda común entre la comunidad morisca 63. Además, sabemos que siguieron manteniendo su lengua( en 1557 en Motril y Pataura todavía actúa como intérprete o « lengua » Álvaro de Roa) 64, forma de vestir( la almalafa) y costumbres( sacrificio ritual de los animales destinados al consumo, práctica del baño o las zambras), despertando con todo ello la animadversión y el recelo de la comunidad cristiana vieja.
El año 1526 supone un punto de inflexión en la relaciones con esta comunidad en todo el reino, aunque bien es verdad que la lectura debe
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INTERIOR HISTORIA DE MOTRIL. pmd 120 05 / 01 / 2011, 10:23