LA CONQUISTA CASTELLANA Y SUS EFECTOS
Motril, junto con el resto de la costa y el oriente granadino, fue conquistado a finales de 1489 mediante capitulación, dentro de una de las campañas más costosas y largas de la guerra, cuyo objetivo final era Baza. Tras dos meses de asedio, las negociaciones entre el Zagal y los Reyes Católicos permitieron la capitulación de Baza y la rendición de todos los lugares de la comarca del Almanzora, de la sierra de los Filabres y de la costa, incluida Almería, a cambio de la posesión para el Zagal de las tahas de Andarax, Lecrín y Lanjarón y la mitad de las salinas de la Malahá. En palabras de Ladero, la campaña de Baza fue « una demostración de fuerza y de resistencia, y al mismo tiempo prueba de que una política flexible de capitulaciones podía atenuar las consecuencias de la conquista y acelerar el fin de la guerra al permitir un régimen de vida aceptable para los nuevos mudéjares » 45.
En efecto, aunque no conocemos el texto de primera capitulación motrileña( de la zona sólo conocemos la de Almuñécar) 46, todo parece indicar que al menos en la letra estas capitulaciones eran bastante benignas para la población, hecho que permitió sin duda conquistar tanta extensión. Con ellas se buscaba simplemente el reconocimiento de la soberanía de los reyes castellanos y la entrega de las plazas fortificadas a cambio de permanecer en sus lugares de origen, conservando la propiedad de sus bienes raíces y muebles, la pervivencia de su ley y autoridades tradicionales, su religión y sus costumbres y de contribuir con una fuerte carga fiscal a los vencedores. Además se facilitaría el traslado al norte de África a todo aquel que lo deseara.
Sin embargo, esta situación tolerante queda rota al año siguiente al secundar los mudéjares de la costa la fracasada sublevación de Boabdil, que tuvo uno de sus más destacados episodios en la fortaleza de la vecina Salobreña. Esto, lógicamente, tendrá consecuencias para los motrileños, que a partir de ese momento tuvieron que acoger a muchos de los musulmanes que fueron expulsados de la villa vecina por su emplazamiento estratégico y pagar, como todos los mudéjares, un tributo destinado al mantenimiento de la red de vigilancia costera. Además de ello, debieron acatar una serie de medidas restrictivas a sus formas de vida y costumbres, como la prohibición de andar de noche por la costa, llevar siempre encima su carta de vecindad si se trasladaban de un lugar a otro o salir a pescar acompañados siempre de, al menos, un cristiano 47.
La expulsión de los mudéjares de Salobreña supuso para la Corona disponer de tierras y casas en la zona con que pagar los servicios prestados a la gente que había tomado parte en la conquista, muchos de ellos importantes personajes de la época, y el reforzamiento del elemento militar entre los nuevos pobladores, que ejercerán un fuerte control sobre la totalidad de la población mudéjar motrileña.
A la militarización del poblamiento de Salobreña contribuyó el hecho de que en 1490 los reyes le concedieran un privilegio de homicianos 48, como una forma de reducir los gastos de defensa del lugar, pues los reyes justificaron su concesión en que se necesitaba « más gente de la que nos podemos pagar para que estén en ella de continuo ». De este modo en la fortaleza de Salobreña las personas que habían incurrido en delitos de sangre, salvo aquellos que fuesen con « alevosía, muerte segura o en la corte real », podían redimir su pena. Así lo declara un homicida perdonado tras prestar sus servicios durante un año sirviendo
continuamente en la guarda e defensa desta dicha villa y fortaleza de Salobreña a su costa e misión, rondando e velando e en todos los otros servicios que a la dicha villa e guarda della an sydo necesarios 49.
Todo ello contribuiría a que las relaciones entre los pobladores y la población mudéjar se establecieran desde una posición de fuerza por parte de los primeros, que no dudaron, por otra parte, en dejar muy clara. En ese contexto hay que encuadrar las cabalgadas llevadas a cabo en 1491 por la gente de guerra asentada en la fortaleza de Salobreña contra Motril y Jolúcar 50 y de las que seguramente obtuvieron un cuantioso botín, ya que se enfrentaban a una población vencida, inerme y sin mecanismos de defensa. A ello hay que añadir los desmanes cometidos por los repartidores, que, ante la escasez de tierras para repartir, no dudan en desposeer a sus legítimos dueños 51 para cumplir así las órdenes reales que les obligaban a entregar mercedes en forma de lotes de tierras a alcaides, criados y escuderos, encargados de la vigilancia costera y la defensa.
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INTERIOR HISTORIA DE MOTRIL. pmd 116 05 / 01 / 2011, 10:23