Objetos, ideas, estados y acciones que no se suelen presentar direc-
tamente en el texto tal como existen en la realidad, sino que se
suelen integrar en esquemas argumentativos o tópicos, a través
de los que el autor plantea la argumentación del tema tratado
(Arenas Cruz, 1997, p. 32).
Éstas son opiniones fundamentadas no en premisas verdaderas,
sino probables, pertenecientes a los tópica, es decir, son los medios de
persuasión identificados por Aristóteles, ideas plausibles admitidas por la
mayoría de los lectores, que no expresan lo cierto, sino aquello que puede
serlo, de acuerdo con la interpretación que el autor hace de la realidad.
Por tanto, la verosimilitud de los argumentos depende de una condición:
deben ser aceptados como verdaderos o posibles por la audiencia; de no
ser así, no ejercerán el efecto deseado (Ramage, Callaway, Clary-Lemon y
Waggoner, 2009).
La idea de que los ensayos tratan de asuntos del mundo real se
encuentra también en Lukács (1971) a principio del siglo XX. El crítico intenta desentrañar la naturaleza de esta clase de textos y de los medios de
que se vale para expresarse. Ve en ella una forma nueva, independiente
de los campos de la ciencia, del arte y de la filosofía, cuyos temas son “las
mismas cuestiones vitales de la crítica, sólo que directamente enderezadas a la vida” (p. 18). De acuerdo con él, el ensayista se enfoca en decir la
verdad, aunque hable de imágenes, de libros o de ideas:
El ensayo habla siempre de algo que tiene ya forma, o a lo sumo
de algo ya sido; le es, pues, esencial el no sacar cosas nuevas de
una nada vacía, sino sólo ordenar de modo nuevo cosas que ya en
algún momento han sido vivas. Y como sólo las ordena de nuevo,
como no forma nada nuevo de lo informe, está vinculado a esas co-
sas, ha de enunciar siempre “la verdad” sobre ellas, hallar expre-
sión para su esencia. (p. 28)
Pasando al ámbito sintáctico-semántico, es pertinente recordar
que todo texto requiere de una estructura para organizar su contenido. Es
la expresión del “modelo mental”, mencionado arriba, que permite distinguir una clase de textos de otra. Las reglas de distribución de la información
observadas en cada caso han sido sistematizadas por van Dijk (1978). En su
obra sobre lingüística textual, se advierte que la ordenación lógica de enunciados que dan cuenta del tema tratado –a la que llamó macroestructura–
se adapta a una forma peculiar o dispositio, como se conoce en el campo de
la retórica, de acuerdo con la clase de textos y el género en cuestión. Dio el
nombre de superestructura a esta disposición de la información, distintiva
de cada grupo de textos. En particular, la que rige a las clases del género
argumentativo tiene dos elementos fundamentales: una tesis y su justifica20