ria literaria. Hecho esto, designa a los primeros con el nombre de “géneros”
y, a partir de la lingüística textual y la semiótica literaria, denomina a los segundos “clases” de textos. De este modo, un género literario puede albergar
varias clases de textos.
En cuanto a la justificación para agregar la argumentación a los gé-
neros clásicos, Arenas Cruz (1997) destaca la pertinencia de establecer un
rubro para los textos esencialmente destinados a la reflexión humanística.
Considera que ésta es una necesidad de expresión y comunicación de índole
antropológica, igual que lo son la expresión personal de sentimientos y la
narración o la representación de sucesos, cuyos vehículos son la lírica, la
épica o el drama. Algunos otros autores, como García Berrio y Hernández
(en Arenas Cruz, 1997) ya habían propuesto esta adición, en la que aparece
la argumentación junto a las categorías naturales clásicas. Con este antecedente, Arenas Cruz se apoya en la clasificación hecha por García Berrio y
Hernández, quienes engloban en este cuarto género tres clases de textos:
la argumentación ensayística, la prosa doctrinal y la oratoria, cuya función
perlocutiva, estilo y estructura formal son rasgos distintivos del género. Sólo
que Arenas Cruz (1997) es aún más incluyente, pues dentro del género argumentativo coloca el ensayo, la glosa, el discurso, el tratado, la epístola y el
diálogo, son todos tipos de textos reconocidos históricamente como opciones
expresivas o “modelos mentales” que “han servido durante siglos como cauce de comunicación para la reflexión más o menos crítica de la cultura” (p.
27), pero imposible de ser clasificados dentro de los tres géneros clásicos.
Desde esta perspectiva, las características generales de los textos
argumentativos son delineados a partir de los principios de construcción
textual compartidos por ellos. En esencia, se presta atención a cuatro elementos: a) el referente, en cuanto a la base semántica del escrito y su relación con la realidad; b) la organización sintáctica y semántica del contenido,
es decir, la estructura formal o superestructura; c) el modo de presentación
lingüística; y d) el ámbito de la comunicación, centrado en la intención y la
postura del autor respecto al tema, y la actitud de la audiencia.
Para iniciar con el referente, uno de los rasgos comunes entre los
textos del género argumentativo es la exploración de temas del mundo real.
Arenas Cruz (1997) adopta la división práctica de los anglosajones, quienes
hacen una primera clasificación de la literatura en fiction y non-fiction. De
esta manera, enmarca los tres géneros clásicos en la categoría de la ficción,
y, a partir de tal clasificación, establece una diferencia