grecorromana, ha permeado a través de los siglos en el mundo occidental.
En la actualidad, su relevancia en el terreno de la argumentación es indiscutible (Bermejo-Luque, 2010); por tanto, se revisarán tres de las cinco partes descritas por Aristóteles para componer un texto dirigido a convencer a
la audiencia, como es el ensayo. Éstas son: inventio (invención), dispositio
(disposición) y elocutio (elocución). Se dejarán a un lado la memoria y la ac-
tio (acción) debido a que la escritura de un ensayo supone un texto que será
leído, no pronunciado, y es al acto de enunciación oral del discurso al que
se refieren las últimas dos partes.
En la retórica antigua, la inventio correspondía a la preparación del
discurso. Durante la invención se reunían las ideas, conceptos y argumentos para sustentar una proposición, así como los medios para persuadir a
la audiencia de su validez. Se pensaba también en las demás operaciones y
en la relación entre emisor, receptor y mensaje (Beristáin, 1992), de modo
que no era una parte independiente de las otras, sino ligada principalmente a la dispositio y la elocutio, además de enfocar el “triángulo retórico”
básico constituido por el orador, el discurso y el auditorio. El día de hoy, la
invención continúa siendo reconocida como una operación necesaria antes
y durante la elaboración del discurso, porque permanece en actividad a lo
largo de la producción de éste. La función de esta fase podrá ser apreciada
en la sección sobre el proceso de escritura.
A la inventio le sigue la dispositio, dedicada a organizar la infor-
mación de acuerdo con una estructura convencional que ha sido aceptada
hasta la actualidad. La disposición del contenido, ideado durante la invención, inicia con el exordio, cuya función es la de introducir el tema y atraer
la atención y simpatía del receptor. Le sigue la narración, destinada a establecer el problema que será debatido. Ahora, esta sección generalmente
se omite, pues se considera el exordio como la introducción al ensayo, en
donde se plantea el tema y la proposición que será argumentada, razón
por la que la narración resulta innecesaria. La siguiente parte presenta los
argumentos elaborados en la invención. En la retórica clásica se contemplaban dos aspectos: la “confirmación”, que, destinada a ratificar o validar
la proposición planteada inicialmente, era el lugar para exponer las pruebas
o razones que sustentaban la proposición; y la “refutación”, cuando el orador anticipaba y rebatía los argumentos contrarios a su planteamiento. En
la época actual, la argumentación aún conserva esos rasgos; en el ensayo,
es la porción llamada cuerpo o desarrollo. La parte final de la dispositio es
el epílogo, que en estos tiempos se conoce mayormente como la conclusión del ensayo. En ese espacio se presenta una recapitulación de las ideas
expuestas y la confirmación de la tesis inicial. Con frecuencia se exponen
también las posibles consecuencias de la proposición planteada.
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