darías y no te quejarías. Siento una paz y una alegría inmensas sentado en el comedor oyéndote trajinar, tu
vestido, como la diosa Indra, tachonado de un millar de ojos. Anaïs, antes pensaba que te amaba, pero no
era nada comparado con la certeza que tengo ahora. ¿Ha sido esto tan maravilloso porque ha sido breve y
robado? ¿Actuamos por el otro para el otro? ¿Era yo menos yo o más yo, y tú menos tú o más tú? ¿Es una
locura creer que esto podría continuar? Te estudio para descubrir los posibles defectos, los puntos débiles,
las zonas peligrosas.. No encuentro ninguno, ninguno. Eso quiere decir que estoy enamorado, ciego, ciego, ciego. ¡Ojalá pudiera estar ciego siempre!
«Te imagino poniendo los discos una y otra vez, los discos de Hugo. Parlez moi d'amour. La doble vida,
doble sabor, doble alegría y doble desdicha. Debes de sentirte agobiada. Lo se pero no puedo hacer nada
por evitarlo. Ojalá fuera yo el que tuviera que soportarlo. Ahora sé que tienes los ojos bien abiertos: Algunas cosas ya no las creerás, algunos gestos ya no los repetirás, algunas penas y temores ya no los experimentarás. Una especie de fervor criminal blanco en tu ternura y crueldad. Ni remordimiento ni venganza, ni pena ni culpa. Vivir sin nada que te salve del abismo más que una gran esperanza, una fe, una
alegría que probaste, que puedes repetir cuando quieras.
«Mientras truena y relampaguea yo permanezco en la cama y tengo sueños salvajes. Estamos en Sevilla,
luego en Fez, luego en Capri y luego en La Habana. Estamos de viaje, pero siempre hay una máquina y
libros, tu cuerpo está siempre cerca de mí y tu mirada no cambia nunca. La gente dice que seremos desgraciados, que nos arrepentiremos, pero somos felices, siempre riendo, cantando. Hablamos español, francés, árabe y turco. Nos admiten en todas partes y siembran nuestro camino de flores. He dicho que es un
sueño alocado pero es un sueño que quiero vivir. La vida y la literatura combinadas; el amor, la dinamo;
tú, con tu alma de camaleón, me das un millar de amores, anclada siempre en cualquier tormenta, en casa,
en cualquier sitio. Por la mañana, continuamos donde lo dejamos. Resurrección tras resurrección. Tú te
afirmas y vives la vida rica y variada que deseabas; y cuanto más te afirmas, más me deseas, más me necesitas. Tu voz se hace más ronca, más grave, tus ojos más negros, tu sangre más densa, tu cuerpo más
lleno. Un voluptuoso servilismo y una tiránica necesidad. Más cruel ahora que antes, consciente y voluntariamente cruel. El insaciable deleite de la experiencia...»
Resulta irónico que la experiencia más profunda de mi vida se me presente cuando lo que ansío no es profundidad sino placer. El sensualismo me consume. Miro con menos intensidad lo profundo y serio, pero
es eso lo que fascina a Henry, las profundidades que todavía no ha alcanzado en el amor.
¿Es éste el momento culminante? Si regresara June en este instante para dejarnos a Henry y a mí con este
sabor de climax, que no volveremos a alcanzar, que no puede ser destruido.
–Quiero dejar una cicatriz en el mundo –dijo Henry.
Le escribo lo que siento sobre su libro, y luego: «Nunca habrá oscuridad porque en ambos hay siempre
movimiento, renovación, sorpresas. Nunca he conocido el estancamiento. Ni siquiera la introspección ha
sido una experiencia inmóvil... Si esto es así, piensa en lo que encuentro en ti, que eres una mina de oro.
Henry, te amó con una conciencia, un conocimiento de ti, que te abarca todo con la fuerza de mi mente y
mi imaginación, además de la de mi cuerpo. Te amo de tal manera que puede regresar June, destruirse
nuestro, amor y nada dañará la fusión que hemos vivido... Pienso en lo que dijiste: "Quiero dejar una cicatriz en el mundo". Yo te ayudaré. Quiero dejar la cicatriz femenina.»
Hoy seguiría a Henry al fin del mundo. Lo que me detiene es que los dos estamos sin un céntimo.
Lucidez: en Henry hay una falta de sentimiento (no de pasión ni de emoción) que delata su énfasis en el
sexo y la conversación. Cuando habla de otras mujeres, lo que recuerda de ellas son sus defectos, sus características sensuales o sus disputas. El resto está ausente o sobreentendido. Todavía no lo sé. Los sentimientos son trabas. No hay que adorar a Henry como ser humano sino como genio-monstruo. Puede ser
blando de corazón, pero sólo indiscriminadamente. Movido por la generosidad, le regaló a Paulette el par
de medias que yo me había dejado en su cajón, el mejor par que tenía, mientras yo llevaba otras remendadas para poder ahorrar y comprarle regalos a él. El dinero que le mandé desde Austria para que se lo gastara en una mujer, se lo gastó en comprarme discos. Y robó quinientos francos del legado que le dejó Osborn a su novia cuando se marchó a América. Le da a mi perro la mitad del bistec y se guarda el cambio
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