HENRY & JUNE - ANAïS NIN | Page 82

garme. Si esto son celos, no debo volver a hacérselos pasar a Hugo, ni a nadie. Paulette en Clichy; Paulette libre para hacer cualquier cosa por Henry, comer con él, pasar las tardes con él mientras Fred trabaja. Una noche de verano. Henry y yo cenamos en un pequeño restaurante abierto de par en par a la calle. Formamos parte de la calle. El vino que desciende por mi garganta desciende por muchas gargantas. El calor del día es como la mano de un hombre en un pecho. Envuelve tanto la calle como el restaurante. El vino nos suelda a todos, a Henry y a mí, a la calle, al restaurante y al mundo. Gritos y risas de los estudiantes que se preparan para el baile de Quartz Arts. Llevan trajes bárbaros, de piel roja, con plumas, y pasan en autobuses y coches abarrotados. –Esta noche quiero hacértelo todo –dice Henry–. Quiero colocarte sobre esta mesa y follarte delante de todo el mundo. Estoy chiflado por ti, Anaïs. Estoy loco por ti. Después de cenar nos vamos al «Hotel Anjou». Te voy a enseñar cosas nuevas. Y luego, inesperadamente, una repentina necesidad de confesión: –El día que te dejé en Louveciennes, bastante bebido, no te lo creerás, una chica vino a sentarse a mi lado mientras cenaba. Era una prostituta cualquiera. En el mismo restaurante le metí la mano por debajo de la falda. Me fui a un hotel con ella, pensando todo el rato en ti, odiándome a mí mismo, y pensando en la tarde que habíamos pasado juntos. Me había satisfecho. Pensé tantas cosas que cuando llegó el momento de follar a la chica no pude. Ella adoptó una actitud despectiva. Pensó que era impotente. Le di veinte francos y recuerdo que me alegré de que no fueran más porque era dinero tuyo. ¿Lo entiendes, Anaïs? Trato de mantener los ojos fijos, mecánicamente digo que lo comprendo, pero estoy anonadada, dolida hasta lo indecible. Y siente necesidad de continuar: «Sólo una cosa más. He de decirte una cosa más y ya está. Una noche que Osborn acababa de cobrar me llevó a un cabaret. Empezamos a bailar y luego nos llevamos a dos chicas a Clichy. Mientras estábamos sentados en la cocina, dijeron que teníamos que hablar de negocios. Nos pidieron un precio muy alto. Yo quería que se fueran pero Osborn les pagó lo que querían y se quedaron. Una era bailarina acrobática y nos enseñó sus habilidades desnuda, sólo con zapatillas. Fred llegó a las tres de la mañana y se puso furioso al ver que había usado su cama, sacó las sábanas, me las enseñó y dijo: "Y luego dices que amas a tu Anaïs." Y te amo, Anaïs. Incluso creo que a lo mejor te hubiera producido un placer perverso el verme.» Bajo la cabeza y se me inundan los ojos de lágrimas. Pero continúo diciendo que lo comprendo. Henry está borracho. Se da cuenta de que estoy ofendida. Pero procuro reponerme. Le miro. La tierra se balancea. Gritos y risas de los estudiantes que pasan por la calle. En el «Hotel Anjou» nos acostamos como lesbianas, chupando. Una vez más horas y horas de voluptuosidad. Las luces rojas del letrero del hotel se proyectan en la habitación. El calor es penetrante. –Anaïs –dice Henry–, tienes un culo precioso. –Manos, dedos, eyaculaciones. Aprendo de Henry a jugar con el cuerpo de un hombre, a excitarlo, a expresar mi propio deseo. Descansamos. Pasa un autobús de estudiantes. Doy un salto y corro a la ventana. Henry está dormido. Me gustaría estar en el baile para probarlo todo. Se despierta. Le hace gracia verme desnuda en la ventana. Volvemos a jugar. Pienso que a lo mejor Hugo está en el baile. Sé que cuando le di la libertad pen saba ir. Hugo está en el baile con una mujer en los brazos, y yo estoy en la habitación de un hotel con Henry, con una luz roja que entra por la ventana, una noche de verano llena de gritos y risas de estudiantes. He corrido desnuda a la ventana dos veces. Todo esto es ahora un sueño. Cuando ocurrió tenía en el cuerpo la sensación de que se avecinaba un aguacero. Mi cuerpo recuerda el calor y la fiebre de las caricias de Henry. Un cuento. He de escribirlo cien veces. Pero ahora me produce dolor. Para autoprotegerme, habré de distanciarme de Henry. Es insoportable. He de aguantar que Henry vaya despreocupadamente de mujer en mujer. Hoy me he ablandado un momento. No importa. Que tenga todas las mujerzuelas que quiera si eso le hace feliz. El alivio de abrir la mano y soltarlo fue inmenso. Pero al poco volví a apretarla. Deseo de venganza, de una extraña venganza. Me entrego a Hugo con tales sentimientos en contra de Henry que experimento un gran placer físico. Mi primera infidelidad a Henry. 82