HENRY & JUNE - ANAïS NIN | Page 81

encontraré andando solo por las calles y quizá veinte minutos más tarde adquiriré conciencia repentinamente de que ya no te tengo y de que te echo de menos. En una carta me había dicho: «Espero ansiosamente esos dos días [Hugo se marcha a Londres], pasarlos apaciblemente contigo, comprendiéndote, siendo tu esposo. Me encanta ser tu esposo. Siempre seré tu esposo, lo quieras o no.» En la cena, mi felicidad me hizo sentirme natural. Mentalmente estaba tumbada en la hierba y tenía a Henry encima; resplandecía ante la pobre gente corriente que rodeaba la mesa. Todos percibieron algo, incluso las mujeres, que me preguntaban dónde compraba la ropa. Las mujeres siempre piensan que mis zapatos, vestidos, mi peinado y mi maquillaje tendrían el mismo efecto sobre ellas. No comprenden que hace falta un encantamiento. No saben que no soy guapa pero que en ciertos momentos lo parezco. –España es el país más maravilloso del mundo –dijo mi compañero de mesa–; allí las mujeres son mujeres de verdad. Yo pensaba: «Ojalá Henry pudiera probar este pescado y este vino.» Pero Hugo también notó algo. Antes del banquete teníamos que encontrarnos en la Gare Saint Lazare. Sabía que Henry había venido a Louveciennes a ayudarme a elaborar la novela. Cuando Henry y yo llegamos juntos a la estación, Hugo se disgustó. Empezó a hablar de prisa y con severidad de Osborn, «el niño prodigio». Pobre Hugo. Y yo todavía olía la hierba del bosque. Anduve con él sin hacerme notar. Y ¿dónde estaba Henry? ¿Me echaba ya de menos? El sensible Henry, que tiene miedo de no caer bien, miedo de que Hugo «lo sepa todo» o de que me avergüence de él delante de la gente. No comprendo por qué le amo. Le hago olvidar humillaciones y pesadillas. Sus finas rodillas, debajo del raído traje, despiertan mis instintos protectores. Está también el gran Henry, cuyos escritos son tempestuosos, obscenos, brutales, y que es apasionado con las mujeres; y el pequeño Henry, que me necesita. Por el pequeño Henry escatimo, ahorro cada céntimo que puedo. Ahora me parece increíble que antes me aterrara, me intimidara. Henry, el hombre experimentado, el aventurero. Le dan miedo nuestros perros, las serpientes del jardín, la gente qu