HENRY & JUNE - ANAïS NIN | Page 63

me necesita porque tiene a June. Sin embargo, la parte de mí que ha crecido fuera y más allá del alcance de Hugo seguirá adelante. MAYO 1932 No había visto nunca con tanta claridad como esta noche que escribir el diario es un vicio, una enfermedad. Llegué a casa a las siete y media, agotada después de pasar una espléndida noche con Henry y tres horas con Eduardo. No había tenido fuerzas para regresar a Henry. Cené y fumé un rato en un estado de ensueño. Me retiré a mi habitación como en volandas y tuve la sensación de encontrarme encerrada, de caer en mí misma. Saqué el diario del último escondite, debajo del tocador, y lo lancé sobre la cama. Tenía la impresión de que así era cómo un fumador de opio preparaba la pipa. El diario, cual un fragmento de mí misma, comparte mis duplicidades. ¿Dónde está mi tremenda fatiga? De vez en cuando, dejo de escribir y me embarga un profundo letargo. Pero un demoníaco impulso me empuja a continuar. Confío en Allendy. Hablo con profusión sobre mi infancia, cito frases fácilmente interpretables de mis primeros diarios sobre mi padre; ahora es inteligible mi pasión por él, así como mi sentido de culpa. Creía que no merecía nada. Hablamos de cuestiones financieras y le digo que si no voy más a menudo es por el precio de las visitas. No sólo reduce la tarifa a la mitad sino que me propone que le pague trabajando para él. Me siento halagada. Hablamos de circunstancias físicas. Estoy demasiado delgada. Unos kilos más me darían seguridad. ¿Añadirá Allendy medicamentos al tratamiento psíquico? Confiesa mi temor de que tengo los pechos pequeños, quizá porque tengo elementos masculinos y la mitad de mi cuerpo es por lo tanto adolescente. Allendy: ¿No los tiene desarrollados en absoluto? –No es eso. –Puesto que hablando avanzamos con dificultad, le digo–: Usted es médico; se los voy a enseñar. –Y así lo hago. Él se ríe de mis temores. –Perfectamente femeninos; pequeños pero bien formados; una figura preciosa. Unos kilos más no le irían mal, no. –Qué desproporcionada era mi autocrítica. Ha observado que mi personalidad es poco natural. Como si estuviera envuelta en una neblina, en un velo. Para mí no es ninguna novedad, aparte de que no sabía que era tan evidente. Por ejemplo, mis dos voces, que últimamente se manifiestan de forma bastante abierta: una, según Fred, es como la de una niña antes de la Primera Comunión, tímida, apagada; la otra es firme, profunda. Ésta aparece cuando tengo mucha confianza. Allendy piensa que he creado una personalidad totalmente, artificial, como un escudo. Me oculto. He construido una manera de ser seductora, afable, alegre, y me escondo tras ella. Le había VF