HENRY & JUNE - ANAïS NIN | Page 59

la rué Blondel y lo incito a la infidelidad para castigarme por mis propias infidelidades. Glorifico a June para castigarme por haberla traicionado. Eludo las siguientes preguntas de Allendy. Da golpes de ciego. No encuentra nada concreto. Sugiere muchas hipótesis. También intenta descubrir lo que siento hacia él y yo le hablo de mi interés por sus libros. Tengo la picardía de advertir que espera que me interese por él, y no me gusta seguir el juego sabiendo que es un juego. Sin embargo, mi interés es sincero. También le digo que no me importa ya si me admira o no. Y ello es una victoria sobre mí misma. Me humilla confesarle mis dudas. Por eso hoy lo odiaba. Cuando estaba ante él, lista para marcharme, he pensado: «En este momento tengo menos confianza en mí misma que nunca. Es intolerable.» Con qué alegría me entregué a Henry al día siguiente. La casa está dormida. Los perros guardan silencio. Siento el peso de la soledad. Ojalá estuviera en el piso de Henry, por lo menos podría secar los platos que lava él. Veo su chaleco, desabrochado, porque el traje viejo que le han dado le viene pequeño. Veo la raída solapa bajo la cual me encanta deslizar la mano, la corbata con la que juego mientras me habla. Veo el cabello rubio sobre el cuello. Veo la expresión que tiene cuando baja el cubo de la basura, furtivo, medio avergonzado. Avergonzado también de su amor al orden, que lo obliga a lavar los platos, a recoger la cocina. «June se oponía a esto –dice–; le parecía poco romántico.» Recuerdo haber leído en las notas de Henry el regio desorden que le gustaba a ella. No sé qué decir. Los dos personajes están en mí: la mujer que actúa como Henry y la mujer que sueña con actuar como June. Una vaga ternura me empuja hacia Henry, que lava los platos con tanta seriedad. No puedo burlarme de él. Lo ayudo. Pero mi imaginación está fuera de la cocina. Sólo me gusta la cocina porque Henry est :