HENRY & JUNE - ANAïS NIN | Page 41

última vez de dirigir mi vida de acuerdo con un ideal. Mi ideal era esperarte toda la vida, y he esperado demasiado; en la actualidad vivo según el instinto y la corriente me lleva a Henry. Perdóname. No es que tú no tengas fuerza para retenerme. ¿Dirías que antes no me amabas porque era menos susceptible de ser amada? No. Sería igualmente falso decir que te faltaba fuerza como decir que yo he cambiado. La vida no es una cosa racional; sino una locura y está llena de dolor. Hoy no he visto a Henry ni lo veré mañana. Brindo estos dos días a la memoria de nuestras horas. Sé fatalista, sí, como yo lo soy hoy, pero no abrigues pensamientos oscuros ni amargos como que he jugado contigo por vanidad. Oh, Eduardo, querido, acepto el dolor que se origina no de esos motivos sino de las fuentes reales –el verdadero dolor por lo traicionero de la vida, que nos hiere a los dos de distinto modo. No busques el por qué, no hay por qués en el amor, ni razones, ni explicaciones, ni soluciones.» He llegado a casa y me he derrumbado en el sofá; me costaba respirar. En respuesta a la súplica de Eduardo, me he encontrado con él esta mañana temprano. Había pasado dos días celoso de Henry, consciente de que él, el narcisista, era por fin poseído por otro. «Cuánto bien hace abrirse. Llevo dos días pensando continuamente en ti, durmiendo mal, soñando que te pegaba fuerte, tan fuerte que se te caía la cabeza y yo la llevaba en brazos. Anaïs, voy a tenerte conmigo todo el día. Me lo prometiste. Todo el día.» Lo que más deseo es salir corriendo del café. Se lo digo. Sus súplicas, dulzura e intensidad despiertan vagamente mi antiguo amor y compasión, el amor de Richmond Hill, con sus vagas esperanzas, la vieja costumbre de pensar «claro que quiero a Eduardo». Temo que vuelva a encerrarse en el narcisismo porque se sienta incapaz de soportar el dolor: «¡Pensar que he llegado a adorar tus huesos, Anaïs!» Me siento ligeramente conmovida; sin embargo, lo que más deseo es escapar de él. No sé por qué lo obedezco, lo sigo. Me siento dolida mientras leo Albertine disparue porque hay pasajes subrayados por Henry y Albertine es June. Se traslucen todas las amplificaciones de sus celos, sus dudas, su ternura, sus arrepentimientos, su horror, su pasión, y a mí me invaden unos celos ardientes de June. De momento, este amor, que había estado tan equilibrado entre Henry y June que no sentía celos en absoluto, se decanta hacia Henry, y me siento torturada y temerosa. Sin embargo, anoche soñé con June. Había regresado de repente. Nos encerramos en una habitación. Hugo, Henry y otras personas esperaban a que nos vistiéramos para cenar juntos. Yo deseaba a June. Le supliqué que se desnudara. Prenda por prenda, descubrí su cuerpo, con exclamaciones de admiración, pero en la pesadilla veía sus defectos, extrañas deformaciones. Con todo, seguía siendo absolutamente deseable. Le supliqué que me dejara mirar entre sus piernas. Las abrió, las levantó y vi carne cubierta de un espeso vello negro, como de hombre, pero en el mismo extremo de la carne era blanco como la nieve. Lo que me horrorizaba era que se movía frenética