HENRY & JUNE - ANAïS NIN | Page 37

Vuelvo a casa. Hugo está leyendo el periódico. La ternura, la pequeñez, la falta de color de todo ello. Pero tengo a Henry, y pienso en lo que ha dicho, de forma vehemente, mientras alcanzaba el orgasmo. Pienso que nunca había sido tan natural como ahora, nunca había vivido de acuerdo con mis verdaderos instintos. Hoy no me ha importado que Fred fuera testigo de mi locura. Quería enfrentarme al mundo, gritarle: «Amo a Henry.» No sé por qué razón confío tanto en él, por qué quiero ofrecerle todo esta noche: la verdad, mi diario, mi vida. Inclusive he pensado que ojalá June anunciara de repente su llegada para sentir el dolor que me produciría la pérdida de Henry. He ido a que me dieran un masaje. La masajista era pequeña y bonita. Llevaba un traje de baño. Al inclinarse sobre mí, le he visto los pechos, pequeños, pero llenos. He sentido sus manos sobre mi cuerpo, su boca cerca de la mía. Ha habido un momento en que tenía las piernas junto a mi cabeza. Hubiera podido besárselas fácilmente. Yo me encontraba muy excitada. Inmediatamente me he dado cuenta de que se trataba de un deseo frustrado. Lo que podía hacer no me parecía suficientemente satisfactorio. ¿La besaba? Tenía la sensación de que no era lesbiana. Me sentiría humillada. Pasó el momento. Pero ¡qué media hora de exquisita tortura! ¡Qué tortura desear ser hombre! Me he sorprendido a mí misma, consciente de la naturaleza de los sentimientos que experimento por June. Y ayer mismo criticaba la depravación de lo que Hugo y yo llamamos sexo colectivo, despersonalizado, indiscriminado, que ahora comprendo. A Henry: «Han comenzado las persecuciones; todos están apenados, afligidos, de que tenga que defender a D. H. Lawrence. Me miran con tristeza. Yo espero con impaciencia el día en que pueda defender tu obra como tú defendiste a Buñuel. »Me alegro de no haberme sonrojado ante Fred. Ese día fue el punto culminante de mi amor, Henry. Quería gritar: "Hoy amo a Henry”. A lo mejor tú preferirías que hubiera fingido normalidad, no lo sé. Escríbeme. Necesito tus cartas, como una afirmación humana de la realidad. Un hombre que conozco quiere asustarme. Cuando hablo de ti, dice: "No es capaz de apreciarte." Está equivocado.» A Henry: «Es extraño, Henry. Antes, en cuanto regresaba a casa de cualquier parte, me sentaba a escribir en el diario. Ahora quiero escribirte a ti, hablar contigo. Nuestras "citas" son tan poco naturales, tan espaciadas, cuando te