dé muy quieta tratando de dormirme mientras las frases surcaban mi mente como un ciclón. Pensé que al
despertar las recordaría. Pero no me acordaba ni siquiera de la mitad. Si Hugo no hubiera tenido que ir a
trabajar lo hubiera despertado, y podría haber dormido a la mañana siguiente. El trabajo, el Banco echa a
perder toda nuestra vida. Tengo que sacarlo de allí. Y para eso tengo que trabajar en mi novela, corregirla,
cosa que no me gusta nada porque otro libro bulle en mi mente, el libro de June.
El conflicto entre estar «poseída» y mi devoción por Hugo se está haciendo intolerable. Lo amaré con todas mis fuerzas, pero a mi manera. ¿Me es imposible crecer en una sola dirección?
Esta noche estoy contentísima porque Henry se encuentra aquí de nuevo. La impresión es la misma de
siempre: uno se siente imbuido del peso y el vigor de su obra, y entonces se acerca a ti con esa suavidad:
voz suave, que se apaga, gestos suaves, manos blancas, finas y suaves –y uno se rinde a su infatigable curiosidad y a su romanticismo para con las mujeres.
Descripción de Henry de la casa de Henry Street (a donde June llevó a Jean a vivir con ellos):
Las camas sin hacer en todo el día; con frecuencia se subían a ellas con los zapatos puestos; las sábanas
revueltas. Usaban camisas sucias como toallas. Raramente se lavaba la ropa. Los lavabos embozados. Lavaban los platos en la bañera, que estaba grasienta y ennegrecida. El cuarto de baño como una nevera.
Despedazaban los muebles para echarlos al fuego. Las cortinas siempre corridas, los cristales no se limpiaban jamás, ambiente sepulcral. El suelo siempre cubierto de yeso blanco, de herramientas, pinturas,
libros, colillas, basura, platos sucios, cazuelas. Jean iba todo el día en mono. June siempre estaba medio
desnuda y quejándose del frío.
¿Qué tiene todo eso que ver conmigo? Es una faceta de June que no conoceré jamás. Y la otra, la que me
pertenece, está llena de magia y resplandece de belleza y finura. Estos detalles únicamente vienen a demostrar que todas las cosas tienen dos caras, yo misma tengo dos caras, ahora estoy ansiosa de vida abyecta, de animalidad.
A Henry: «Dices: "Gide posee entendimiento, Dostoievski tiene lo otro, y es lo que tiene Dostoievski lo
que importa de verdad." Tanto para ti como para mí el momento más sublime, la más intensa alegría no la
alcanzamos cuando son nuestras mentes las que dominan sino cuando éstas quedan anuladas, y ambas
quedan anuladas de la misma manera, mediante el amor. June ha anulado nuestras mentes...
«Dime una cosa. Posees sensibilidad para lo macabro. Tu imaginación se ve atraída por ciertas imágenes
siniestras. ¿Le dijiste a Bertha que vivir con June es como arrastrar un cadáver? ¿De veras te molestan las
neurosis y enfermedades de June o simplemente maldices lo que te esclaviza?»
Estoy llevando a cabo una tremenda lucha por conservar a Henry, a quien no quiero perder, y para man