–Ha venido esta mañana su amiga y se ha despedido de mí como si no pensara regresar.
–Pero habíamos quedado de encontrarnos aquí. –Si no volvía a ver a June acercarse a mí... imposible. Era
como la muerte. ¿Qué importaba todo lo que había pensado el día anterior? Carecía de ética, era irresponsable... ella era así. Y yo no cambiaría su manera de ser. Mi orgullo para con los asuntos financieros era
aristocrático. Era demasiado escrupulosa y orgullosa. Yo no cambiaría nada en June que fuera básico y
estuviera en la raíz de su fantástica personalidad. Ella era la única para la que no existían trabas. ,Yo era
un ser encadenado, ético, pese a mi intelecto amoral. Yo no hubiera dejado que Henry pasara hambre. La
aceptaba totalmente. No trataría de cambiarla… Si pasara al menos conmigo una hora más…
Me había vestido para ella de forma ritual, con un disfraz que me alejaba de las demás personas, un disfraz que simbolizaba mi individualismo y que solamente ella comprendería. Turbante negro, vestido rosa
con cuerpo y cuello de encaje negro, abrigo rosa con cuello Medici. Por la calle había causado sensación,
y me encontraba más sola que nunca porque la reacción había sido en parte hostil, de burla.
Entonces llegó June, toda de terciopelo negro, capa negra y sombrero con plumas, más pálida e incandescente que nunca, y traía consigo al conde Bruga, como yo le había pedido. La maravilla de su rostro y de
su sonrisa, los tristes ojos...
La llevé a un salón de té ruso. Los rusos cantaban los mismos sentimientos que experimentábamos nosotras. June se preguntaba si realmente la emoción de sus voces y de su interpretación sería auténtica. Probablemente no sentían la emoción que sentíamos June y yo.
Champán y caviar con June. Es la única manera de saber lo qué es el champán y lo qué es el caviar. Son
June, voces rusas y June.
Gente fea, sin imaginación, muerta, nos rodea. Nosotras no la vemos. Yo miro a June, vestida de terciopelo negro. June precipitándose hacia la muerte. Henry no puede precipitarse con ella porque él lucha por la
vida. Pero June y yo juntas no nos retenemos. La sigo. Y me produce una intensa alegría acompañarla, ceder a la disolución de la imaginación, a sus extrañas experiencias, a nuestros juegos con el conde Bruga,
que se inclina ante el mundo con el sauce llorón de su cabellera violeta.
Todo ha terminado. En la calle, June dice con pesar:
–Quería abrazarte y acariciarte. –La meto en un taxi. Ella está allí sentada, a punto de dejarme y yo permanezco de pie sufriendo un suplicio.
–Quiero besarte –le digo.
–Quiero besarte –dice June y me ofrece la boca. La beso durante un buen rato.
Al irse, no tenía yo ganas más que de dormir muchos días seguidos, pero tenía que enfrentarme todavía a
una cosa más: a mi relación con Henry. Lo invitamos a Louveciennes. Quería ofrecerle paz y una casa
tranquila, pero, naturalmente, sabía que hablaría de June.
Dimos largos paseos para apaciguar nuestra intranquilidad y hablamos. Ambos compartimos la misma
obsesión por comprender a June. No está celoso de mí porque dice que yo extraje cosas maravillosas de
ella, que era la primera vez que June se sentía vinculada a una mujer que valiera la pena. Parecía que esperaba que yo ejerciera alguna influencia en su vida.
Cuando vio que yo comprendía a June y que estaba dispuesta a ser sincera con él, hablamos con libertad.
Hubo, sin embargo, un momento en que me detuve, vacilante, preguntándome si me mostraría siendo desleal con June. Entonces Henry observó que, si bien en el caso de June había que dejar de lado la verdad,
era la única base posible para cualquier intercambio entre nosotros.
Ambos sentimos la necesidad de que nuestras dos mentes se aliaran, igual que nuestras lógicas divergentes, para comprender el problema de June. Henry la ama a ella y en todo momento a ella. También desea
poseer a June, el personaje, la poderosa heroína de ficción. En su amor por ella ha tenido que soportar tantos tormentos que el amante se ha refugiado en el escritor. Ha escrito un libro feroz y resplandeciente sobre June y Jean.
Cuestionaba el lesbianismo. Se sorprendió de oírme decir ciertas cosas que había dicho June, porque a mí
me creía.
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