Con todo, esta noche deseo a Henry, mi amor, mi esposo, a quien pronto voy a traicionar con tanta pena
como sentí cuando traicioné a Hugo. Ansío amar con una entrega total, ser fiel. Me encanta el surco por el
que ha corrido mi amor por Henry, sin embargo, unas fuerzas diabólicas me apartan de todo surco.
Allendy está ayudando y dando mucha fuerza a Hugo. Está empezando a quererle porque hay en él cierto
elemento de homosexualidad.
Allendy es ahora un dios demonio que dirige todas nuestras vidas. Anoche, mientras hablaba Hugo, observé la hábil influencia de Allendy. Me reí estrepitosamente cuando dijo que Allendy le había dicho que
yo necesitaba ser dominada. Hugo respondió: «Sí, pero eso es sencillo. Anaïs es latina y por lo tanto dócil.» Allendy debió de sonreír. Luego Hugo llega a casa y se lanza sobre mí con una nueva furia, y yo disfruto, sí, disfruto. Siento que en este momento tengo la fortuna de contar con tres hombres maravillosos y
de ser capaz de amarlos a los tres.
Supongo que es únicamente un escrúpulo lo que me impide disfrutar de ellos. Ojalá Allendy fuera más
enérgico. Se somete a las mujeres. Le gusta la agresividad que demuestro en nuestros juegos sexuales. Su
primera experiencia sexual fue pasiva y tuvo lugar a los dieciséis años; una mujer mayor le hizo el amor.
He ido a verlo con gran impaciencia, temblando unas veces de frío y otras de fiebre. Hemos abandonado
el análisis. Hemos hablado de Eduardo, de Hugo y de astrología. Lo he invitado a venir a verme, pero cree
que todavía no puede debido al análisis de Hugo. Nos hemos reído de la dominación. Me gusta cómo me
acaricia. No hace ninguno de los gestos obscenos de Henry, sin embargó, percibo al hombre cuyo signo
planetario es el toro. Me gusta cuando nos besamos de pie y yo me siento pequeña en sus brazos. Él me
conoce a mí mejor que yo a él. Su carácter enigmático me desconcierta. Le dije que confiaba en él ciegamente, que deberíamos dejar que las cosas siguieran su curso. Me negué a analizar. Lo comprendió.
Al salir de su casa me fui al café de la esquina, donde había quedado de encontrarme con Henry. Antes de
ver a Allendy había hablado con Eduardo. Y con Hugo había quedado a las ocho y media. Cuando vi a
Henry, me pareció un extraño. Detestaba mis propios caprichos.
Ahora he de tener secretos con Henry y ya no puedo confiárselo todo a Allendy porque somos un hombre
y una mujer entre los cuales crece una pasión. ¡He perdido un padre! No puedo decirle que todavía quiero
a Henry. ¿Debo intentar ser completamente sincera con Henry?
Esta noche Hugo está tocando la guitarra mientras yo escribo y me atrae hacia él con una nueva violencia,
provocada por el análisis. Ha escrito profusamente en el diario y habla de manera efusiva e interesante,
por fin.
Eduardo no cree las confidencias que le hago sobre Allendy. Piensa que nos hemos confabulado para salvarlo poniéndolo celoso, mi querido niño enfermo, Eduardo, a quién amaré en cierto modo toda la vida.
Los únicos momentos en que somos felices juntos es cuando retrocedemos a una esfera mágica de belleza.
Él ha borrado nuestras horas sexuales de su memoria, pero no mi ofensa. Sueña que un día me presentaré
ante él de rodillas para que pueda hacerme sufrir por pavonearme de Henry delante de él.
Lucha contra mí a ciegas, con fur