interesadamente.
Ayer le dije a Allendy que me encantaría llevar una vida peligrosa con Henry y entrar en un mundo más
difícil y más precario; ser heroica y hacer grandes sacrificios como June, plenamente consciente de que,
dada mi fragilidad, terminaría en un sanatorio.
–Amas a Henry llevada de una gratitud excesiva, porque te ha hecho mujer. Estás demasiado agradecida
por el amor recibido. Es el precio que tienes que pagar.
Recuerdo las sacrílegas comuniones de mi infancia, en las cuales recibía a mi padre en lugar de a Dios,
cerrando los ojos y tragando el pan blanco con arrobados temblores, abrazando a mi padre, comulgando
con él, en una confusión de éxtasis religioso e incestuosa pasión. Lo hacía todo para él. Quería mandarle
mi diario. Mi madre me disuadió porque podía perderse por el camino. Ay, la hipocresía de mis ojos bajos, las lagrimas ocultas por la noche, la voluptuosa obsesión secreta con él. Lo que mejor recuerdo de él
en este momento no es la protección o ternura paternal, sino una expresión de intensidad, un vigor animal
que reconozco en mí misma, una afinidad de temperamentos que adiviné con una inocente intuición infantil. Una volcánica hambre de vida, eso es lo que recuerdo, y todavía participo de ella, admirando en secreto una potencia sensual que niega automáticamente los valores de mi madre.
He seguido siendo la mujer a quien le gusta el incesto. Todavía cometo los delitos más incestuosos con un
sagrado fervor religioso.
Soy la más corrupta de todas las mujeres porque en mi incesto busco el refinamiento, el acompañamiento
de hermosos cánticos, de música, para que todo el mundo crea en mi alma. Con rostro de virgen inmaculada, todavía trago a Dios y semen, y mi orgasmo se parece al climax místico. Hugo quiere a los hombres
que amo yo, y les dejo actuar como hermanos.
Eduardo ha confesado su amor por Allendy. Allendy va a ser mi amante. Ahora mando a Hugo a Allendy
a fin de que le enseñe a depender menos de mí para ser feliz.
Cuando inmolé mi infancia a mi madre, cuando doy todo lo que tengo, cuando ayudo, comprendo, sirvo,
estoy expiando delitos tremendos –alegrías extrañas e insidiosas, como mi amor por Eduardo, sangre de
mi sangre; por el padre espiritual de Hugo, John; por June, una mujer; por el esposo de June; por el padre
espiritual de Eduardo, Allendy, que es ahora el guía de Hugo. Sólo me queda acercarme a mi propio padre
y disfrutar plenamente de la experiencia de nuestra identidad sensual, oír de sus labios las obscenidades,
el lenguaje brutal que yo nunca he formulado, pero que me encanta en Henry.
¿Estoy hipnotizada, fascinada por el mal porque carezco de él? ¿O reside en mí una tremenda maldad secreta?
Mi análisis terminó de verdad cuando Allendy me besó la última vez y yo sentí el nacimiento de una relación personal. Su beso me produjo un gran placer; una hora después me encontraba en brazos de Henry.
Henry está ahora dormido en mi estudio y yo escribo a unos metros de distancia sobre el beso de Allendy.
Me encantó la grandeza de Allendy, su boca y su mano en mi garganta. Henry me esperaba luego en la
estación. Sé que lo amo y que lo de Allendy es coquetería, un juego agradable que estoy aprendiendo.
Allendy dice que si le diera a Hugo varios golpes, como el de mi deseo de John, lo despertaría de su letargo, pero no puedo hacerlo, prefiero ponerlo en manos de Allendy. Despertarlo por medio del dolor... ahí
reside mi limitación, mi fracaso. Y, secretamente, temo sondear sus limitaciones. Temo encontrar un caudal de sentimientos profundos y nada más. ¿Cuánta mente, cuánta imaginación, cuánta sensualidad hay en
él? ¿Puede ser resucitado o habré de seguir esta carrera de hombre en hombre? Ahora que me muevo, tengo miedo.
¿A dónde voy?
Veo lo que no me gusta de Allendy: un cierto convencionalismo, un conservadurismo disimulado. Es una
persona de peso ligero, cuando lo que a mí me gustan son los hombres trágicos, de anchas espaldas, del
mismo modo que Henry dijo que le gustaban las mujeres románticas.
Hoy Allendy ha tratado de no reconocer que estoy curada. Quiere que lo necesite. Su análisis ha sido menos perfecto en la medida en que ahora hay un elemento personal en él. He visto cómo se desmoronaba su
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