Hoy casi me he vuelto loca de deseo de estar con Henry. No puedo estar tres días sin él. Esclavitud gozosa
y terrible. ¡Quién fuera hombre para poder darse satisfacción con toda facilidad, de forma indiscriminada!
He regresado, por caminos tortuosos, a la sencilla máxima de Allendy que afirma que el amor excluye la
pasión y la pasión el amor. La única vez que el amor de Hugo y mío se convirtió en pasión fue durante las
desesperadas peleas que manteníamos después de nuestro regreso de Nueva York, y June le ha dado a
Henry la máxima pasión en circunstancias similares. Yo podría darle el máximo amor, pero me niego
porque en este momento la pasión me parece más valiosa. Quizás esté ciega a valores superiores. En mi
reconciliación con Henry del otro día había un peligro, el peligro de enamorarse. No sólo debería haber
dejado que se pusiera celoso de Allendy sino haberlo engañado con Allendy. Ello hubiera elevado nuestro
amor a pasión. Henry cambia hasta su vocabulario cuando me escribe a mí sobre mí; su tono es menos
extravagante, más profundo. Y yo me opongo a este tratamiento porque estoy exaltada hasta el paroxismo.
Únicamente la pasión me satisface. Sin embargo, no puedo actuar según mis anhelos. Allendy me ha
hecho cogerles miedo a los actos premeditados. Mis instintos me llevan a amar una y otra vez.
Después de un fin de semana largo, Henry me ha llamado para decirme que no vendrá a verme hasta el
miércoles. Yo llevaba todo el día esperándole. Le he dicho que no podría verlo hasta el juev W2