Hatun Hillakuy 2008-Hatun Willakuy. Versión abreviada del Informe | Page 99
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Valle Sagrado en Cusco) o espacios comunales con recursos y alta integración al
mercado (el valle del Mantaro, por ejemplo) tendieron a mantenerse al margen de
la violencia.
Las historias regionales analizadas por la CVR muestran que el éxito en la in-
serción rural de la principal fuerza subversiva, el PCP-SL, se produjo en los espa-
cios rurales de población campesina muy pobre -mal vinculada al mercado- don-
de la Reforma Agraria no había tenido prácticamente nada que redistribuir y no
había implicado un cambio significativo debido a la pobreza de sus recursos; o
donde la estrategia empresarial de la Reforma había reproducido la marginación
de las comunidades campesinas y creado nuevos ámbitos de conflicto irresuelto.
Las instalaciones y la ganadería fina de las empresas asociativas creadas por la
Reforma Agraria, particularmente las Sociedades Agrícolas de Interés Social (SAIS),
fueron objeto de ataques sistemáticos que buscaban su destrucción y desactivación.
Aquello que resultó sorprendente fue que las acciones para destruir las SAIS con-
taron con un amplio consenso y, en muchos casos, con la participación activa de
las comunidades campesinas de la zona.
La sierra central, el departamento de Puno, la sierra de La Libertad y el sur de
Cajamarca habían sido escenarios de un importante desarrollo ganadero empre-
sarial desde comienzos del siglo XX. Las relaciones entre las haciendas ganaderas
—islas de desarrollo tecnológico, de mejoramiento de ganados y pastos, con rela-
tivamente pocos trabajadores— y las comunidades campesinas de sus entornos
—con pastizales sobre poblados y depredados— fueron conflictivas por mucho
tiempo. Desde un principio, las comunidades demandaron siempre sus derechos
de propiedad sobre los pastizales de las haciendas. La Reforma Agraria,
implementada desde 1969, reconoció esta antigua reivindicación de las comunida-
des; pero no fragmentó las grandes empresas ganaderas ni devolvió las tierras
que las comunidades reclamaban. Por el contrario, unificó varias haciendas en
gigantescas empresas. Así fue como surgieron las SAIS, cuyos beneficiarios direc-
tos fueron sus trabajadores y colonos con gran cantidad de tierras, como una for-
ma empresarial que incorporaba a las comunidades como socias sin capacidad de
decisión, pero con derecho a recibir parte de las utilidades.
El poder económico en manos de las empresas profundizó la división social
en las zonas donde se desarrollaron y, en el contexto de la crisis económica de la
segunda mitad de los años setenta, del desmontaje de los sistemas de control y
movilización creados y mantenidos durante el gobierno del general Velasco, em-
pezó a generar situaciones de corrupción y crisis financiera. Los socios de las
Cooperativas Agrarias de Producción de la costa y de los valles interandinos, en
los años siguientes a 1980, optaron por liquidar las empresas y repartirse la tie-
rra en parcelas individuales. Los derechos de propiedad en las SAIS, sin embar-
go, eran más complejos: los beneficiarios directos, si bien cuestionaban a sus
dirigentes corruptos o ineficientes, no podían ni deseaban eliminar las empre-
sas por el asedio de las comunidades. Éstas demandaban sus antiguas tierras,
pues ni siquiera recibían utilidades. La situación de conflicto sin solución estaba
planteada.
En las zonas altas de Junín (las cuencas del Canipaco y del Alto Cunas) se
encontraban los complejos ganaderos de las SAIS más grandes y más tecnificadas