Hatun Hillakuy 2008-Hatun Willakuy. Versión abreviada del Informe | Page 93

80 excesivamente en la ciudad de Lima. Por ello, el complemento de la inversión vial fue una intensa promoción de la colonización consistente en facilitar la entrega de tierras para la ampliación de la frontera agrícola. Sin embargo, durante la década del 70, la creciente población colona, prove- niente de provincia, con orígenes étnicos diversos y sin grandes recursos económi- cos propios pero con el empeño de salir de la pobreza de donde provenían, fue poblando territorios sin servicios públicos y sin comunicaciones internas que no formaban parte de los ejes principales del desarrollo regional. Como consecuencia de este patrón de ocupación del territorio, surgieron decenas de caseríos y pobla- dos que conformaron una sociedad desorganizada con una muy escasa presencia de instituciones públicas garantes de la seguridad y del orden. Dos historias paralelas se desarrollan desde este espacio. Por un lado, la de la cuenca del Huallaga, donde la ausencia del Estado y de mercados para la produc- ción agrícola fue sustituida por otra institución (con su economía, su cultura y sus normas): el narcotráfico. Por otro, la de las provincias de San Martín, más vincula- das a la costa por la vía de Jaén-Chiclayo, y donde, si bien se desarrolló una pro- ducción agrícola legal, también existió una fuente de conflicto expresada en las constantes luchas regionales por mejorar los términos de intercambio económico con el resto del país. En ambos espacios, ya sea por represión del narcotráfico o por represión de los movimientos sociales, los conflictos entre la población local y el Estado han sido particularmente intensos, especialmente entre los años 1978 y 1982. Estos con- flictos constituyeron el contexto inmediato en el que fueron escuchadas y se enraizaron las propuestas de los grupos alzados en armas: el PCP-SL en la zona productora de coca y el MRTA en San Martín. Los asháninkas y los colonos en la selva central A diferencia de la región nororiental, la selva central —más próxima a la capital— tuvo una mayor y más antigua articulación con la economía nacional y contó con una red urbana más consolidada, aunque desde la década del sesenta su población creció rápidamente por la llegada de colonos provenientes principalmente de la sierra central. Es el territorio de una de las etnias amazónicas más importantes del país, la de los asháninkas, que se extiende desde el gran Pajonal, por el norte, hasta la provincia de la Convención, Cusco, por el sur. Además de los asháninkas, existen —en pro- porción bastante menor— comunidades de las etnias yanesha y notmasiguenga. La ocupación colonizadora de esta región, si bien antigua, se vio favorecida por la red vial en expansión lo que generó innumerables y crecientes conflictos entre nativos y colonos por el acceso a los recursos naturales y la titularidad de las tierras. A diferencia de otras sociedades amazónicas, las comunidades nativas de la selva central no se cuentan entre las más aisladas del país. Están vinculadas a la red urbana y comercial de la zona y mantienen fluidas relaciones con los poblados de colonos (aunque en constante conflicto por la delimitación de los linderos) y con el sistema educativo. Los misioneros católicos y evangélicos —del Instituto lingüístico de Verano (ILV)— han estado presentes desde hace tiempo a través de