Hatun Hillakuy 2008-Hatun Willakuy. Versión abreviada del Informe | Page 88
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En la tradición de las organizaciones revolucionarias, el término «cuadro» denota un tipo calificado
de militante.
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En octubre de 1993, desde su prisión en la base naval del Callao y luego de
algunas conversaciones entre dirigentes senderistas facilitadas por el gobierno de
Alberto Fujimori, Abimael Guzmán propuso un acuerdo de paz al Estado que no
se concretó, pero sirvió de propaganda al régimen de Fujimori en vísperas del
referéndum para aprobar la Constitución de 1993. De ahí en adelante, la nueva
posición del jefe senderista se convirtió en mayoritaria, por encima de las faccio-
nes disidentes que planteaban proseguir la guerra popular; sin embargo, el go-
bierno de Fujimori no buscó una salida definitiva de paz ni respondió a las pro-
puestas de Guzmán. En la práctica, se había producido una división del PCP-SL,
ya que una parte de la dirección senderista rechazó la propuesta del acuerdo de
paz de Guzmán.
Por su parte, el MRTA continuó las acciones militares en zonas como San Mar-
tín y la ceja de selva central. Bajo la dirección de Néstor Cerpa, luego de la caída de
Polay, tomaron ciudades importantes como Moyobamba e intentaron desarrollar
núcleos de guerrilla urbana. Aun cuando parecían menos golpeados que el PCP-
SL, no pudieron recuperarse de las graves disputas internas, la inexperiencia de
sus cuadros 35 y los efectos de la ley de arrepentimiento. Externamente, la organi-
zación fue afectada por el debilitamiento de la izquierda, y la ofensiva estatal y
mediática contra las organizaciones subversivas. En ese escenario concluyeron que
su prioridad organizativa debía ser la de recomponer su dirección nacional me-
diante la liberación de los dirigentes presos. Al no poder replicar la experiencia
del túnel del penal Canto Grande, optaron por preparar alguna acción de toma de
rehenes para exigir luego un canje de prisioneros.
Paralelamente, el gobierno de Fujimori continuó resaltando su imagen de régi-
men de mano dura que no realizaba ninguna concesión a la subversión mediante
el nuevo marco legal aprobado que, a su vez, destacaba su estrecha relación con
las Fuerzas Armadas. A pesar del evidente declive en las acciones subversivas,
resaltado por la misma propaganda oficial, el régimen no disminuyó el número de
zonas de emergencia sino que mantuvo un esquema de contrasubversión sin sub-
versión.
En términos estrictos, la política de pacificación consistió en mantener en pri-
sión a la mayor cantidad posible de subversivos bajo condiciones extremas en
penales de máxima seguridad y en aislar a los núcleos armados. La propuesta de
acuerdo de paz hecha por Guzmán y la dirigencia senderista brindó réditos políti-
cos a Fujimori y rebajó la tensión en los penales, pero no liquidó a la organización.
Vladimiro Montesinos tuvo a su cargo la conducción personal de las conversacio-
nes y tratos con Guzmán, Iparraguirre y demás dirigentes senderistas en tanto
«interlocutor académico». Estas conversaciones, enmarcadas por intereses políti-
cos circunstanciales, se interrumpieron hacia 1995. Debe recalcarse que ni Fujimori,
ni el general Hermoza Ríos (entonces la figura de mayor poder en las Fuerzas
Armadas) se reunieron con los jefes senderistas. Tampoco se promovió reunión
alguna con miembros de la DINCOTE, en buena parte desarticulada después de la