Hatun Hillakuy 2008-Hatun Willakuy. Versión abreviada del Informe | Page 368
El miedo así suscitado dio lugar a una aguda sensación de vulnerabilidad.
Cualquiera podía ser víctima en las zonas afectadas por la violencia, o eso era, al
menos, lo que hacía creer la conducta de los actores armados. Ese temor, prolon-
gado en el tiempo, se transformó en angustia, esto es, en la percepción de un riesgo
impreciso, pero siempre inminente, que perturbaba la vida cotidiana.
La persistencia del miedo, incluso después de concluida la etapa de violencia más
aguda, es un rasgo habitual entre las personas que sufrieron pérdidas de familiares
o que fueron víctimas de tortura o de detención injusta. Estos últimos temen hoy que
un hipotético rebrote de la violencia los convierta en los primeros objetivos de
arrestos u otras formas de intervención de las fuerzas de seguridad del Estado.
El miedo al regreso de la violencia es frecuente también en ciertas colectivida-
des, en especial entre las comunidades asháninkas, asentadas en el valle del río
Ene. Sojuzgados de la manera más cruel por el PCP-SL entre fines de la década del
80 e inicios de la década del 90, los pobladores asháninkas todavía se sienten
desamparados por el Estado y temen el regreso de los subversivos: «Yo digo que
no está bien pacificado, que los enemigos están cerca. Como te digo, de otros
distritos cercanos se escucha que amanecen muertos, pero aquí todavía. Por eso
digo que no está bien pacificado, está al principio, pero va a regresar». 3
El miedo generalizado es un efecto de la violencia; pero, a su vez, genera otros
perjuicios. Uno de los más visibles es la desconfianza entre vecinos e incluso entre
parientes, recelo que procede, en diversos casos, de una experiencia previa de
delación —fundada o arbitraria— por parte de personas que se consideraban
cercanas y leales. Esa desconfianza es, también, un obstáculo vivo para las posi-
bilidades de reconstrucción y recomposición de la vida comunal. En un plano
más general, la desconfianza afecta, también, la relación entre la población y las
instituciones del Estado que pocas veces mostraron celo en proteger a los ciuda-
danos afectados.
P ÉRDIDA DEL AMPARO FAMILIAR
Más allá del miedo, la violencia produjo severos daños a la identidad personal de
los individuos privados súbitamente de las instancias que brindan seguridad y
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CVR. BDI-I-P281. Entrevista en Profundidad. Aucayacu, Huánuco, mayo de 2001. Hombre, autoridad
en los años 1993 y 1994; sobre la Ley del Arrepentimiento.
CVR. BDI-I. Estudios en Profundidad. Entrevista a una dirigente asháninka.
La persecución, la represión por parte del Ejército era terrible en ese tiempo.
Basta que una persona haya visto pasar a un subversivo, o en el supuesto caso
que hayan llegado a su casa de pasada los arrepentidos, o le hayan alcanzado
algún plato de comida, algún vaso de agua, y si el campesino le brindaba eso,
era motivo suficiente para que las fuerzas del orden le persigan, lo torturen.
Muchos han sido desaparecidos entonces por ese temor; mucha gente, antes
que sufran una tortura, una desaparición, la gente prefería voluntariamente ir
a manifestarse. 2
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Por su parte, las Fuerzas Armadas recurrían a amenazas y a la práctica de
desapariciones forzadas: