Hatun Hillakuy 2008-Hatun Willakuy. Versión abreviada del Informe | Page 367
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en sus investigaciones numerosos testimonios de experiencias traumáticas que se
agravaron por un obligado silencio de décadas que impidió a las víctimas afron-
tar adecuadamente sus dolorosas vivencias.
El daño psicológico —individual y social— ocasionado por la violencia tiene
múltiples manifestaciones. La más difundida y evidente es el denso clima de mie-
do y desconfianza creado por la conducta abusiva y criminal de los actores arma-
dos contra la población indefensa. Ese temor gravita todavía como un obstáculo
para la recuperación de las comunidades perjudicadas. Además de ella, se debe
tener en cuenta el agudo proceso de desintegración de las familias y el abandono
de las funciones de formación y protección que ellas desempeñan. Esta pérdida
se ha revelado como especialmente perniciosa para quienes eran niños cuando la
violencia golpeó a sus familias y comunidades. Pero no fueron los únicos afecta-
dos; también los que ya entonces eran adultos sobrellevan hoy las huellas psico-
lógicas de los atropellos cometidos contra ellos y sus familiares más cercanos, a
quienes vieron morir en circunstancias terribles sin que pudieran hacer nada para
evitarlo o, cuando menos, para honrarlos póstumamente de acuerdo con sus creen-
cias religiosas.
Además del miedo y del deterioro de las familias ya mencionadas, es impera-
tivo señalar como efecto dañino de la violencia los perjuicios a la identidad per-
sonal derivados de los abusos y actos de humillación de que fueron víctimas mi-
les de peruanos. «No somos los mismos», han dicho algunos de ellos a la CVR al
relatar su vida después de que la tragedia los hubo alcanzado. Esa frase lacónica
y rotunda habla suficientemente de la potencia destructiva de la violencia sobre
lo más íntimo de la existencia de un ser humano como es su noción de sí mismo
y su capacidad de desarrollar su vida con autonomía y posibilidades de
autorrealización.
M IEDO
Y DESCONFIANZA
Para el PCP-SL, al igual que para las fuerzas de seguridad del Estado, el infundir
miedo a la población fue una táctica deliberada. La táctica fue exitosa, pues sus
repercusiones se hallan muy vivas todavía entre las víctimas directas e indirectas
de la violencia.
El más poderoso generador de miedo de parte del PCP-SL fue el recurso a los
asesinatos públicos de manifiesta intención aleccionadora. Los pobladores lo re-
cuerdan con terror:
Su cuello acá lo habían cortado, acá de su campanilla, su adentrito, señora, con
cuchillo, con cuchillo lo habían cortado. De igual forma, su mano atrás lo habían
amarrado con soguilla, su pie habían amarrado con soguilla, y así lo habían matado,
tapándolo con su poncho y lo habían dejado y hasta la sangre manaba, señora.
¿Acaso, señora, viendo eso seguro hasta te morirías? Así, de miedo, temblaba
mucho. l
1
CVR. BDI-SM-P295. Testimonio 2002799, Ayacucho, 18 de noviembre 2002. Mujer, testigo Tiquihua,
mayo de 1983.