Hatun Hillakuy 2008-Hatun Willakuy. Versión abreviada del Informe | Page 367

354 en sus investigaciones numerosos testimonios de experiencias traumáticas que se agravaron por un obligado silencio de décadas que impidió a las víctimas afron- tar adecuadamente sus dolorosas vivencias. El daño psicológico —individual y social— ocasionado por la violencia tiene múltiples manifestaciones. La más difundida y evidente es el denso clima de mie- do y desconfianza creado por la conducta abusiva y criminal de los actores arma- dos contra la población indefensa. Ese temor gravita todavía como un obstáculo para la recuperación de las comunidades perjudicadas. Además de ella, se debe tener en cuenta el agudo proceso de desintegración de las familias y el abandono de las funciones de formación y protección que ellas desempeñan. Esta pérdida se ha revelado como especialmente perniciosa para quienes eran niños cuando la violencia golpeó a sus familias y comunidades. Pero no fueron los únicos afecta- dos; también los que ya entonces eran adultos sobrellevan hoy las huellas psico- lógicas de los atropellos cometidos contra ellos y sus familiares más cercanos, a quienes vieron morir en circunstancias terribles sin que pudieran hacer nada para evitarlo o, cuando menos, para honrarlos póstumamente de acuerdo con sus creen- cias religiosas. Además del miedo y del deterioro de las familias ya mencionadas, es impera- tivo señalar como efecto dañino de la violencia los perjuicios a la identidad per- sonal derivados de los abusos y actos de humillación de que fueron víctimas mi- les de peruanos. «No somos los mismos», han dicho algunos de ellos a la CVR al relatar su vida después de que la tragedia los hubo alcanzado. Esa frase lacónica y rotunda habla suficientemente de la potencia destructiva de la violencia sobre lo más íntimo de la existencia de un ser humano como es su noción de sí mismo y su capacidad de desarrollar su vida con autonomía y posibilidades de autorrealización. M IEDO Y DESCONFIANZA Para el PCP-SL, al igual que para las fuerzas de seguridad del Estado, el infundir miedo a la población fue una táctica deliberada. La táctica fue exitosa, pues sus repercusiones se hallan muy vivas todavía entre las víctimas directas e indirectas de la violencia. El más poderoso generador de miedo de parte del PCP-SL fue el recurso a los asesinatos públicos de manifiesta intención aleccionadora. Los pobladores lo re- cuerdan con terror: Su cuello acá lo habían cortado, acá de su campanilla, su adentrito, señora, con cuchillo, con cuchillo lo habían cortado. De igual forma, su mano atrás lo habían amarrado con soguilla, su pie habían amarrado con soguilla, y así lo habían matado, tapándolo con su poncho y lo habían dejado y hasta la sangre manaba, señora. ¿Acaso, señora, viendo eso seguro hasta te morirías? Así, de miedo, temblaba mucho. l 1 CVR. BDI-SM-P295. Testimonio 2002799, Ayacucho, 18 de noviembre 2002. Mujer, testigo Tiquihua, mayo de 1983.