Hatun Hillakuy 2008-Hatun Willakuy. Versión abreviada del Informe | Page 349

336 inconteniblemente... Única e insustituible nueva sociedad, sin explotados ni explotadores, sin oprimidos ni opresores, sin clases, sin Estado, sin partidos, sin democracia, sin armas, sin guerras. (PCP-SL 1986a: 20) Para alcanzar esa sociedad sin movimiento, literalmente «el fin de la historia», era necesario provocar una ruptura de ribetes apocalípticos. El inicio de la lucha armada (ILA) era el parteaguas que separaba los tiempos viejos de los nuevos. Por eso cuando Guzmán decidió lanzar a su partido a la «lucha armada», cambió el tono de sus discursos y el partido atravesó un período de luchas internas enten- didas como purificación y renacimiento, personal y colectivo. 4 Ellos serían la mano que escribiría en la pared en medio del banquete; la guerra popular un prolonga- do Armagedón, del cual sólo los comunistas saldrían salvos. El PCP-SL ofrecía además una propuesta organizativa: el partido comunista, que se militariza para llevar a cabo la «guerra popular prolongada». Iniciarla con lo que el mismo Guzmán reconoce era sólo «un puñado de comunistas», requería que el partido fuera una institución total, que organizaba y controlaba todos los aspec- tos de la vida cotidiana proporcionando a sus militantes una identidad total. Si bien es necesario recalcar estos aspectos para entender la condensación de voluntad política que significó el PCP-SL, es importante rescatar también los la- dos más prosaicos del proyecto. La otra cara del caudillismo es el clientelismo, que el PCP-SL practicó con profusión en las universidades donde apuntó a copar las direcciones de bienestar estudiantil, que manejan comedores y viviendas uni- versitarias. Los militantes, especialmente los jóvenes, encontraban en el PCP-SL no sólo orden sino organización de su tiempo libre, espacio para la aventura y posibilidades de ascenso social «por la vía del partido», en un contexto en el cual les era difícil lograrlo «por la vía del mercado». Hasta aquí, podríamos decir que el PCP-SL era una versión exacerbada de otros grupos vanguardistas de izquierda, que en el Perú y en otras partes del mundo consideraban que la guerra popular era la estrategia para conquistar el socialismo. Sin embargo, otros rasgos vuelven al PCP-SL un fenómeno muy espe- cial. Ya hablamos del extremo caudillismo. Baste añadir que la construcción del partido alrededor de una figura endiosada fue muy importante para cohesionarlo, pero se convirtió en su talón de Aquiles cuando «la jefatura» cayó presa en 1992. Paralelamente, el fanatismo se fue convirtiendo en uno de los aspectos medulares de la identidad senderista. Comenzó con la exacerbación de la violen- cia del discurso de Guzmán antes del inicio de su lucha armada. La ferocidad de sus arengas entre 1978 y 1980 anunciaba el tipo de violencia que golpeó al país a partir de 1980 y el tipo de militantes que conformaron el PCP-SL: dispuestos a «llevar la vida en la punta de los dedos» y a «cruzar el río de sangre» necesario para el triunfo de la revolución. Esta disposición a la muerte se acrecentó con las cartas de sujeción al «presidente Gonzalo», que los militantes firmaban al ingre- sar al PCPSL. La exaltación del caudillo contrastaba con la desaparición de la 4 La simbología de purificación, renacimiento y salvación es profusa en los discursos de Guzmán pre- vios al inicio de la lucha armada. Véase: «La nueva bandera», «Sobre tres capítulos de nuestra histo- ria» y «Somos los iniciadores».