Hatun Hillakuy 2008-Hatun Willakuy. Versión abreviada del Informe | Page 347
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distintos países tendría que organizarse en partidos de cuadros, selectos y secretos,
en otras palabras, en vanguardias iluminadas capaces de interpretar las leyes de la
Historia. Demás está decir que el PCP-SL se consideraba el partido del proletariado
peruano. Dentro de la tradición marxista-leninista, el PCP-SL se ubicó dentro de la
variante maoísta, la cual otorga al campesinado el papel de «fuerza principal» de
una revolución que adoptaría la forma de una «guerra popular prolongada», man-
teniendo el proletariado su papel de «clase dirigente». Según Abimael Guzmán, el
PCP-SL era heredero directo del momento más radical del maoísmo: la denominada
Gran Revolución Cultural Proletaria (1966-1976) y su reclamo de una «dictadura
omnímoda sobre la burguesía». De acuerdo a Guzmán, la Revolución Cultural china
es el hito mayor de la historia humana, porque descubrió «cómo cambiar las almas».
En el PCP-SL, el maoísmo se entrelazó con una tradición radical peruana,
insurreccional, iluminada y por lo tanto sectaria 2 que subestimaba la democracia
representativa y la política como espacio de diálogo, negociación y búsqueda de
acuerdos. A la democracia representativa le oponía la democracia directa (asam-
bleas), en la perspectiva de una democracia real (igualdad económica). En la cons-
trucción del proyecto senderista, la tradición radical peruana estuvo siempre
subordinada al maoísmo. Sólo cobró importancia, cuando en medio de las disputas
dentro de la izquierda peruana, el PCP-SL levantó para legitimarse la figura de
José Carlos Mariátegui, principal representante socialista de la tradición radical
y proclamó: «Retornemos a Mariátegui y reconstituyamos su partido». 3 Sin em-
bargo, una vez que las fronteras del PCP-SL dentro del universo de la izquierda
maoísta estuvieron más o menos definidas, la imagen de Mariátegui fue palide-
ciendo hasta desaparecer, mientras que Guzmán se convertía en «presidente Gon-
zalo», cuarta espada del marxismo, encarnación del desarrollo de «15 mil millo-
nes de años de materia en movimiento».
Más que la tradición radical, pesó pues otro aspecto de nuestra tradición auto-
ritaria, más antiguo y más ampliamente compartido: el caudillismo. El debate
marxista sobre el papel de la personalidad en la historia, fue aprovechado para
llevar a extremos insospechados lo que en la tradición marxista se denomina
«culto a la personalidad», como se desarrolló en el apartado dedicado al PCP-SL.
El autoritarismo extremo de la propuesta senderista se explica también por los
orígenes sociales de sus principales dirigentes. Varios de ellos eran intelectuales pro-
vincianos, mestizos, de ciudades medianas, que compartían características del estra-
to denominado misti, término quechua para designar a los mestizos —patrones o
notables— que habitaban en los centros urbanos andinos y formaban parte de los
poderes locales tradicionales. «Notables» dentro de la sociedad tradicional, estos
intelectuales se sentían sin embargo «ninguneados» por las élites capitalinas y, al
mismo tiempo, rebasados por los estratos populares emergentes, que les perdían el
«respeto» luego de pasar por la escuela, el sindicato, la ciudad y/o el mercado.
Desde ese ámbito surgen una personalidad como Guzmán y un proyecto como el
del PCP-SL. Pues, a pesar de presentarse como radicalmente nuevo, el proyecto
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En ese sectarismo se inscriben desde el lema de las primeras décadas apristas: «sólo el APRA salvará
al Perú», hasta las tesis más recientes de la izquierda marxista sobre el proletariado como clase de
vanguardia o el partido único como régimen político.
Véase el documento del mismo nombre, fechado en 1975.