Hatun Hillakuy 2008-Hatun Willakuy. Versión abreviada del Informe | Page 347

334 distintos países tendría que organizarse en partidos de cuadros, selectos y secretos, en otras palabras, en vanguardias iluminadas capaces de interpretar las leyes de la Historia. Demás está decir que el PCP-SL se consideraba el partido del proletariado peruano. Dentro de la tradición marxista-leninista, el PCP-SL se ubicó dentro de la variante maoísta, la cual otorga al campesinado el papel de «fuerza principal» de una revolución que adoptaría la forma de una «guerra popular prolongada», man- teniendo el proletariado su papel de «clase dirigente». Según Abimael Guzmán, el PCP-SL era heredero directo del momento más radical del maoísmo: la denominada Gran Revolución Cultural Proletaria (1966-1976) y su reclamo de una «dictadura omnímoda sobre la burguesía». De acuerdo a Guzmán, la Revolución Cultural china es el hito mayor de la historia humana, porque descubrió «cómo cambiar las almas». En el PCP-SL, el maoísmo se entrelazó con una tradición radical peruana, insurreccional, iluminada y por lo tanto sectaria 2 que subestimaba la democracia representativa y la política como espacio de diálogo, negociación y búsqueda de acuerdos. A la democracia representativa le oponía la democracia directa (asam- bleas), en la perspectiva de una democracia real (igualdad económica). En la cons- trucción del proyecto senderista, la tradición radical peruana estuvo siempre subordinada al maoísmo. Sólo cobró importancia, cuando en medio de las disputas dentro de la izquierda peruana, el PCP-SL levantó para legitimarse la figura de José Carlos Mariátegui, principal representante socialista de la tradición radical y proclamó: «Retornemos a Mariátegui y reconstituyamos su partido». 3 Sin em- bargo, una vez que las fronteras del PCP-SL dentro del universo de la izquierda maoísta estuvieron más o menos definidas, la imagen de Mariátegui fue palide- ciendo hasta desaparecer, mientras que Guzmán se convertía en «presidente Gon- zalo», cuarta espada del marxismo, encarnación del desarrollo de «15 mil millo- nes de años de materia en movimiento». Más que la tradición radical, pesó pues otro aspecto de nuestra tradición auto- ritaria, más antiguo y más ampliamente compartido: el caudillismo. El debate marxista sobre el papel de la personalidad en la historia, fue aprovechado para llevar a extremos insospechados lo que en la tradición marxista se denomina «culto a la personalidad», como se desarrolló en el apartado dedicado al PCP-SL. El autoritarismo extremo de la propuesta senderista se explica también por los orígenes sociales de sus principales dirigentes. Varios de ellos eran intelectuales pro- vincianos, mestizos, de ciudades medianas, que compartían características del estra- to denominado misti, término quechua para designar a los mestizos —patrones o notables— que habitaban en los centros urbanos andinos y formaban parte de los poderes locales tradicionales. «Notables» dentro de la sociedad tradicional, estos intelectuales se sentían sin embargo «ninguneados» por las élites capitalinas y, al mismo tiempo, rebasados por los estratos populares emergentes, que les perdían el «respeto» luego de pasar por la escuela, el sindicato, la ciudad y/o el mercado. Desde ese ámbito surgen una personalidad como Guzmán y un proyecto como el del PCP-SL. Pues, a pesar de presentarse como radicalmente nuevo, el proyecto 2 3 En ese sectarismo se inscriben desde el lema de las primeras décadas apristas: «sólo el APRA salvará al Perú», hasta las tesis más recientes de la izquierda marxista sobre el proletariado como clase de vanguardia o el partido único como régimen político. Véase el documento del mismo nombre, fechado en 1975.