Hatun Hillakuy 2008-Hatun Willakuy. Versión abreviada del Informe | Page 335
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frente o zona para que diera garantías a la operación, lo que quería decir en
buena cuenta que no se inmiscuyera ni hiciera preguntas y que diera paso al
destacamento. Así sucedió con la desaparición y asesinato de los estudiantes y el
profesor de la Universidad de La Cantuta. 6
Las operaciones especiales de inteligencia forman parte de las operaciones
militares regulares y no pueden ser planeadas ni ejecutadas a espaldas del jefe
operativo ni del jefe de la región militar o frente contrasubversivo donde tengan
lugar. Sin embargo, esto fue precisamente lo que Montesinos hizo desde el SIN.
Los jefes operativos fueron inducidos a dejar que se efectúen en sus dependen-
cias operaciones especiales organizadas y dirigidas desde el SIN y el Comando
Conjunto (CC). Frecuentemente, los objetivos y el personal de esas operaciones
especiales —bajo control directo del SIN o del CC— no estaban claros para los
jefes operativos locales o les eran simplemente desconocidos. Esta estructura
paralela permitió a Montesinos emplear agentes de inteligencia y personal militar
de operaciones especiales para trabajos sucios como ajustes de cuentas con
narcotraficantes, represalias particulares —como lo sucedido en el Santa,
Áncash—, amenazas, chantajes, sobornos y actos terroristas contra oficiales
disidentes u opositores políticos, o para operaciones psicosociales especiales,
destinadas a producir cambios de conducta en el público en general, como la
matanza de Barrios Altos. En vez de limitarse a analizar, autorizar y supervisar
los planes operativos y los resultados de los distintos servicios de inteligencia
del país, el SIN planeaba y ejecutaba operativos por cuenta propia, echando
mano de las capacidades operativas de los institutos como si fueran personal a
su disposición. Tenía bajo su control directo agentes de inteligencia, redes enteras
de informantes y escuadrones de operaciones especiales conjuntas. En otras
palabras, una misma oficina era la que ejecutaba los operativos y la que los
autorizaba y supervisaba. Mejor dicho, una misma persona. Además de contar
a su favor con la ley del SINA, esto fue facilitado por la directiva de enero de 1990
que otorgaba al presidente del Comando Conjunto la función de jefe operativo
del Comando Unificado del Frente Interno (COFI). Gracias a ello, el general
Hermoza Ríos disponía de todo el personal militar de los institutos en todo
momento y para cualquier fin. Martín Rivas y demás comandos del «Grupo
Colina» no reconocían en la práctica a los jefes operativos de las unidades de
combate como sus superiores. Antes bien, les impartían órdenes que venían
directamente de Montesinos. Estas órdenes contaban con el aval de Hermoza
Ríos, jefe único de todo el personal militar, y del presidente Fujimori, que era
según la ley el único competente para supervisar al SIN.
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El mayor Martín Rivas se presentó ante el general Luis Pérez Documet y le notificó que se iba a realizar
una operación especial de detención de «delincuentes subversivos» en la residencia de la Universidad,
para la cual requería que fuera destacado un determinado teniente. A la pregunta del general sobre por
qué tenía que ser ese teniente y no otro, Rivas contestó que ese teniente había estado destacado hasta
hacía poco en la base militar que controlaba la Universidad y podía identificar a los delincuentes
subversivos que estaban buscando. El jefe operativo accedió, en el entendido de que se trataba de una
operación especial bajo responsabilidad directa del Comando Conjunto y del SIN. Destacó al teniente
y dispuso que se diera acceso al grupo especial a la Universidad en horas de la noche. El camión de
Martín Rivas ingresó al campus llevando al grupo especial y salió horas después sin que el jefe de la
base militar examinara su carga ni supiera a dónde se dirigía.