Hatun Hillakuy 2008-Hatun Willakuy. Versión abreviada del Informe | Page 311

298 espacio a quienes insistían en controlar con criterios básicos de moral y justicia las acciones de las Fuerzas Armadas. Esta necesidad se creó porque Fujimori pretendió y consiguió paulatinamente un liderazgo personal sobre la Fuerzas Armadas, en vez de desempeñar el papel decorativo que ellas habían previsto para el presidente en el Plan Político-Militar. La fuente de iniciativa política de Fujimori era la contrasubversión entendida como un proceso de transformación de la sociedad y del Estado superior al pro- ceso democrático. La vehemencia por dejar en un segundo plano los controles éticos y legales de la acción armada no respondía a necesidades intrínsecas de ésta, sino a la propia y particular necesidad de Fujimori de hacerse un capital político. El doble juego del nuevo régimen se refleja en la Directiva del Ministerio de Defensa (003-91-MD/SDN) sobre política de pacificación, elaborada ese año en la Secretaría de Defensa Nacional. La directiva contiene un amplio programa político que abarca los campos militares y no militares de la Defensa que no se detiene ante los riesgos que dicho programa implica para la democracia y el esta- do de derecho. Fujimori mantenía vivos, por un lado, al estado de derecho y la política parla- mentaria, a fin de ponerse por encima de la autoridad militar; pero, por otro, los rebajaba y debilitaba al extremo, en nombre de la contrasubversión, a fin de acu- mular poder para él solo y no compartido realmente con los demás poderes del Estado. Era una estructura de poder contradictoria, pero real y funcional para Fujimori en ese momento. La técnica de Fujimori para desbordar al Legislativo con iniciativas a favor de una contrasubversión sin control democrático fue pro- ducir en serie decretos supremos y, luego, con las facultades extraordinarias que obtuvo del Congreso, decretos legislativos cuyo contenido era ilegal, inconstitu- cional o impropio de una democracia. Lo que el Congreso no previó fue que en los meses siguientes Vladimiro Montesinos sería el orquestador de la producción de 126 decretos legislativos, entre los cuales había muchos, especialmente entre los 35 referidos a la pacificación, que abandonaban la base constitucional y de- mocrática del Estado y ponían al Congreso en la alternativa entre permitir tal desfiguración del régimen político o enfrentarse al Ejecutivo en un debate en el que muy difícilmente recibiría apoyo popular. En julio fue presentado en televisión por la periodista Cecilia Valenzuela un documento de las Fuerzas Armadas que indicaba el uso de la estrategia de elimi- nación selectiva. El documento fue negado por el Comando Conjunto en un comu- nicado. Hubo entonces también denuncias de asesinatos cometidos por paramilitares. Ahora sabemos que no fueron paramilitares, sino oficiales en acti- vidad organizados en pelotones de operaciones especiales. Las denuncias de vio- laciones de derechos humanos se acumulaban y eran difundidas por organismos internacionales sin que ello causara efecto alguno sobre la marcha de las opera- ciones contrasubversivas. La mayoría de la población no estaba dispuesta a arries- gar en defensa de principios éticos y legales el poco bienestar particular que le quedaba. Pero el Congreso no claudicó ante el desafío que le presentaron los decretos legislativos de Fujimori y Montesinos. Prefirió ponerse en curso de coli- sión con el ejecutivo, aunque ello fuera precisamente lo que buscaban los golpistas para justificar una acción de fuerza contra el orden constitucional.