Hatun Hillakuy 2008-Hatun Willakuy. Versión abreviada del Informe | Page 305
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existencia, no el ejercicio de derechos políticos por parte de los ciudadanos. A
diferencia de la política ordinaria, en la cual no hay guerra entre ideologías ni
entre organizaciones, sino competencia franca y leal entre ellas, aquí el predomi-
nio político se alcanza mediante el uso de todos los medios disponibles del Esta-
do a fin de someter o eliminar las actividades enemigas, porque esto es precisa-
mente una guerra política.
En consecuencia, el uso de la violencia está restringido en este tipo de guerra.
Esta restricción responde a las mismas razones que restringen el uso de la violencia
en las operaciones de contrainteligencia. No se trata, pues, de limitar el despliegue
de fuerza destructiva para no vulnerar derechos de las personas, sean los
derechos de los ciudadanos, los derechos que protegen las leyes internacionales
de la guerra o los Derechos Humanos en general. El uso de la violencia está
restringido en la guerra política porque en ésta las ventajas estratégicas no se
consiguen en el campo de batalla, sino en medio de los delicados tejidos de una
sociedad. El poderío militar permanece en el «centro» de la guerra política. Ésta,
que es llamada también, más expresivamente, «guerra ideológica total», consi-
gue las ventajas estratégicas que permiten obtener simultáneamente la victoria
política y la militar.
Todas las acciones de la guerra política se llevan a cabo más allá de los límites
de las maniobras militares. Sobrepasar estos límites no significa aquí dejar atrás
la actitud bélica. En la guerra política hay derecho a matar, así como hay derecho
a desinformar, desacreditar, dividir y debilitar al enemigo. Pero, por razones es-
tratégicas, no se recurre a la lucha abierta, la violencia se mantiene restringida
para evitar un enfrentamiento militar que sería desventajoso si se produjera antes
de haber avanzado en la guerra política. Un concepto central de toda concepción
racional de la justicia está ausente de los textos de la guerra política: el concepto
de derecho personal.
Sin embargo, el diagnóstico de la estrategia maoísta en estos manuales es muy
penetrante y ha tenido influencia decisiva en el desarrollo de la estrategia
contrasubversiva peruana a fines de los años 80. Quizás la idea estratégica que
más claramente ha transitado de la «guerra del pueblo» de los comunistas chinos
a la «guerra política» de Taiwán y, asimismo, de la «guerra popular prolongada
del campo a la ciudad-pensamiento Gonzalo» del PCP-SL a la estrategia
contrasubversiva peruana de 1989, es que no se trata de controlar territorios, sino
de conseguir el apoyo de la población. La estrategia misma indica que primero
hay que conseguir el escepticismo de la población frente a las promesas y la orga-
nización del enemigo, luego la neutralidad y sólo finalmente la participación ac-
tiva en la guerra política.
La batalla decisiva se da pues en el terreno de la ideología. El cambio ideoló-
gico se prepara con operaciones psicológicas. Uno de los puntos centrales de la
guerra psicológica es la adecuada distribución del sentimiento de hostilidad. Al
igual que en la guerra de inteligencia, lo más importante aquí es afectar sólo «a
un grupo reducido de elementos dirigentes del bando enemigo, no a un número
considerable». No hay que confundir esta actitud con una benevolencia gratuita.
Es sólo un medio para aislar a la cúpula enemiga y quitarle el apoyo de las masas.
La diferencia radical entre el criterio estratégico de restricción de la violencia y el