Hatun Hillakuy 2008-Hatun Willakuy. Versión abreviada del Informe | Page 305

292 existencia, no el ejercicio de derechos políticos por parte de los ciudadanos. A diferencia de la política ordinaria, en la cual no hay guerra entre ideologías ni entre organizaciones, sino competencia franca y leal entre ellas, aquí el predomi- nio político se alcanza mediante el uso de todos los medios disponibles del Esta- do a fin de someter o eliminar las actividades enemigas, porque esto es precisa- mente una guerra política. En consecuencia, el uso de la violencia está restringido en este tipo de guerra. Esta restricción responde a las mismas razones que restringen el uso de la violencia en las operaciones de contrainteligencia. No se trata, pues, de limitar el despliegue de fuerza destructiva para no vulnerar derechos de las personas, sean los derechos de los ciudadanos, los derechos que protegen las leyes internacionales de la guerra o los Derechos Humanos en general. El uso de la violencia está restringido en la guerra política porque en ésta las ventajas estratégicas no se consiguen en el campo de batalla, sino en medio de los delicados tejidos de una sociedad. El poderío militar permanece en el «centro» de la guerra política. Ésta, que es llamada también, más expresivamente, «guerra ideológica total», consi- gue las ventajas estratégicas que permiten obtener simultáneamente la victoria política y la militar. Todas las acciones de la guerra política se llevan a cabo más allá de los límites de las maniobras militares. Sobrepasar estos límites no significa aquí dejar atrás la actitud bélica. En la guerra política hay derecho a matar, así como hay derecho a desinformar, desacreditar, dividir y debilitar al enemigo. Pero, por razones es- tratégicas, no se recurre a la lucha abierta, la violencia se mantiene restringida para evitar un enfrentamiento militar que sería desventajoso si se produjera antes de haber avanzado en la guerra política. Un concepto central de toda concepción racional de la justicia está ausente de los textos de la guerra política: el concepto de derecho personal. Sin embargo, el diagnóstico de la estrategia maoísta en estos manuales es muy penetrante y ha tenido influencia decisiva en el desarrollo de la estrategia contrasubversiva peruana a fines de los años 80. Quizás la idea estratégica que más claramente ha transitado de la «guerra del pueblo» de los comunistas chinos a la «guerra política» de Taiwán y, asimismo, de la «guerra popular prolongada del campo a la ciudad-pensamiento Gonzalo» del PCP-SL a la estrategia contrasubversiva peruana de 1989, es que no se trata de controlar territorios, sino de conseguir el apoyo de la población. La estrategia misma indica que primero hay que conseguir el escepticismo de la población frente a las promesas y la orga- nización del enemigo, luego la neutralidad y sólo finalmente la participación ac- tiva en la guerra política. La batalla decisiva se da pues en el terreno de la ideología. El cambio ideoló- gico se prepara con operaciones psicológicas. Uno de los puntos centrales de la guerra psicológica es la adecuada distribución del sentimiento de hostilidad. Al igual que en la guerra de inteligencia, lo más importante aquí es afectar sólo «a un grupo reducido de elementos dirigentes del bando enemigo, no a un número considerable». No hay que confundir esta actitud con una benevolencia gratuita. Es sólo un medio para aislar a la cúpula enemiga y quitarle el apoyo de las masas. La diferencia radical entre el criterio estratégico de restricción de la violencia y el