Hatun Hillakuy 2008-Hatun Willakuy. Versión abreviada del Informe | Page 301
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Es necesario precisar un poco más la original combinación de política estatal
y estrategia militar contenida en el concepto de conflicto de baja intensidad. La
administración Reagan llegó a convencerse de que sólo podía apoyar a un gobier-
no que asumiera metas de justicia social y pudiera subsanar con auténtico liderazgo
los graves problemas de legitimidad que afectan a los Estados pobres. Este go-
bierno tendría que adoptar un riguroso control del uso de la fuerza y al mismo
tiempo enfrentar políticamente a los subversivos, movilizando contra ellos la ac-
ción de todos los sectores del Estado. Las reformas que estarían más a su alcance
serían las reformas administrativas, para hacer más eficiente y barata la adminis-
tración pública. Este gobierno no contaría con más ayuda norteamericana que la
imprescindible para la acción cívica, además de la preparación militar de sus gru-
pos de operaciones especiales. La acción cívica es, a fin de cuentas, un tipo de
operativo psicosocial; está destinada a producir un efecto momentáneo de paz y
progreso en medio de la inseguridad y el desamparo de la guerra interna. La
doctrina del conflicto de baja intensidad deja bien claro que no se trata de desa-
rrollo económico, niega que la pobreza sea la causa principal de la subversión y
que el desarrollo económico acabe con los conflictos internos violentos. Por estas
razones, los Estados Unidos se negaron durante los años 80 a prestar al Perú otra
ayuda que no fuera la ayuda militar —instrucción y entrenamiento— necesario
para adaptar la estrategia contrasubversiva peruana al concepto de guerra de
baja intensidad. Esa política norteamericana condicionó finalmente el proceso
político peruano. Hacia 1988, cuando el Perú estaba tocando fondo en la crisis
social y económica del gobierno de Alan García, y la subversión estaba en su
apogeo, se produjo el golpe de timón que enrumbó a la contrasubversión perua-
na hacia una intensa estrategia de operaciones especiales.
Sin embargo, hay que admitir que la estrategia contrasubversiva contenida en
la idea de conflicto de baja intensidad era sólo un conjunto de recomendaciones
cuya aplicación dependía de que se desarrollara una versión local. El difícil cami-
no de esta aplicación se ve en el conflicto interno de El Salvador durante esos
mismos años. Las semejanzas entre la estrategia que detuvo el avance guerrillero
en El Salvador y la que derrotó al PCP-SL en el Perú no son meras coincidencias.
Los Estados Unidos de América se encontraban interesados en ambos conflictos
y estaban decididos a influir en su curso difundiendo los principios estratégicos
del conflicto de baja intensidad.
Se calcula que 898 oficiales peruanos llevaron cursos en la Escuela de las Améri-
cas entre 1980 y 1996. Si añadimos a esto el trabajo de instructores militares
norteamericanos en el Perú, está claro que esta instrucción contrasubversiva tuvo
una recepción amplia. Los contenidos básicos de los cursos de contrasubversión
de la Escuela de las Américas se conocen mediante los siete manuales que fueron
desclasificados por el Pentágono el 20 de septiembre de 1996, más los manuales
de la CIA desclasificados en enero de 1997. Estos manuales salieron a la luz pública
como consecuencia de la presión que hicieron el Congreso y la sociedad civil de los
Estados Unidos. Sus contenidos provienen en gran parte del material de instrucción
del llamado «Proyecto X», que era el Programa de Asistencia a la Inteligencia
Extranjera del Ejército norteamericano (Foreign Intelligence Assistance Program,
US Army Intelligence School), dirigido a entrenar en inteligencia a los aliados de