Hatun Hillakuy 2008-Hatun Willakuy. Versión abreviada del Informe | Page 295
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el narcotráfico y se convirtió en el punto de partida de la influencia de Vladimiro
Montesinos sobre los institutos armados.
El año 1989, la Base Policial de Uchiza fue destruida. Este desastre sólo se
explica en el amplio contexto de los cambios políticos que ocurrían en ese mo-
mento. La zona estaba en estado de emergencia, pero, excepcionalmente, no bajo
comando político-militar, probablemente porque cerca de allí, en Santa Lucía,
estaba la base antinarcóticos de la Drug Enforcement Agency (DEA). Esta orga-
nización policial norteamericana no puede operar en territorios que se encuen-
tran en guerra o bajo control militar. La base de la PNP en Uchiza estaba
sobredimensionada, tenía más de cincuenta policías con armamento militar y, al
mismo tiempo, estaba mal preparada para enfrentar un ataque porque sus oficia-
les se encontraban muy expuestos a la corrupción por parte del narcotráfico. Como
consecuencia de este evento, el presidente Alan García nombró un mes después,
el 2 de mayo, al general Alberto Arciniegas como Jefe Político-Militar del Huallaga.
La puerta por la que Vladimiro Montesinos —un ex capitán del Ejército expulsa-
do de la Fuerzas Armadas muchos años antes por conducta inapropiada— volvió
a entrar a una instalación militar en algún momento en 1989 fue la de las
operaciones de inteligencia en el frente Huallaga. En la práctica, pactar con el
campesino cocalero implicaba pactar con algunas pozas de maceración, algunos
traqueteros o proveedores del ácido y el kerosene necesarios para elaborar la pasta
básica, y algunas pistas de aterrizaje y avionetas, porque la hoja de coca no tiene
ningún valor sin la cadena de procesamiento y comercialización; no es un simple
producto agrícola, es un producto agroindustrial. Se trataba, pues, de pactar con
una que otra firma de narcotraficantes que no apoyaran al PCP-SL, a fin de
mantener la economía campesina. ¿Fue imprescindible hacer esto en esa coyuntu-
ra? Al parecer, en la margen oriental del Huallaga y en el Ucayali, donde estaba la
Marina, no hizo falta, pues allí se combatió con buenos resultados al PCP-SL
reprimiendo al mismo tiempo el narcotráfico. Lo cierto es que se desplegó un intenso
trabajo de inteligencia en la zona cocalera para identificar a los posibles aliados y
neutralizar las bases logísticas del PCP-SL. El ex capitán Vladimiro Montesinos,
convertido en abogado de narcotraficantes y residente en la zona, organizó en ese
momento la densa red de informantes que fue el origen de su poder.
Por otro lado, las ventajas de la nueva estrategia se dejaron sentir pronto
para las Fuerzas Armadas. El enemigo que antes parecía abrumador comenzó a
desmoronarse y ahuecarse en el valle del Mantaro, donde primero se efectuaron
las operaciones contrasubversivas con toda intensidad, desde el primer semestre
de 1990. La nueva estrategia dio lugar a un nuevo fenómeno. Muchos de los
detenidos eran liberados después de pasar días en celdas de cuarteles o de la
DINCOTE. Los que ya tenían una detención eran seguidos y en algunos casos,
detenidos de nuevo tras lo cual desaparecían o aparecían muertos; los cadáveres
eran tirados en diversas partes del valle. Por la regularidad del procedimiento,
era posible reconocer en las huellas de los cadáveres si habían sido ejecutados
por las fuerzas del orden. La mayoría de las operaciones contrasubversivas no
se dirigían a eliminar militantes del PCP-SL, sino simpatizantes.
En diciembre de 1990, el Comandante General de la Trigésimo Primera Divi-
sión de Infantería, entonces Jefe del Frente Mantaro, dio respuesta a un pedido