Hatun Hillakuy 2008-Hatun Willakuy. Versión abreviada del Informe | Page 287

274 A partir del año 1984, la Infantería de Marina organizó los primeros comités de autodefensa. Pero esas autodefensas campesinas (valle del Apurímac) y los reagrupamientos de población («aldeas estratégicas» alrededor de Huanta) no contribuyeron en esta etapa a reducir el carácter indiscriminado de las acciones de armas, aunque proveyeron experiencias que resultarían útiles más adelante. Estas estrategias experimentales se ejecutaron al margen de la política oficial, la cual estaba en contra de movilizar a los campesinos y de dar autoridad política a los militares. La estrategia de seguridad nacional del partido del gobierno era, al parecer, ejercer presión militar sobre el campo y trabajar para alcanzar la captura policial de los mandos subversivos. El gobierno urgía a los mandos militares y policiales a eliminar los brotes subversivos y, al mismo tiempo, mantenía el tema sin mayores consecuencias políticas. A pesar del establecimiento de la División contra el Terrorismo, las ca- pacidades de investigación policial se pusieron al servicio de la inteligencia de guerra, abandonando su razón de ser, que es permitir capturas legales sobre la base de pruebas objetivas. En vez de realizar las investigaciones con todas las exigencias de ley con la finalidad de llevar ante los tribunales al delincuente terro- rista con un expediente sustentado en medios probatorios, las habilidades de los policías de investigaciones, entrenados para la observación y la escucha clandes- tina, la infiltración en las organizaciones criminales y la captación de colaborado- res, se convirtieron paulatinamente en medios auxiliares de la acción militar contrasubversiva. Las iniciativas de las Fuerzas Armadas para organizar la autodefensa de la población estaban completamente al margen de la estrategia oficial. El gobierno, la oposición, muchos altos mandos militares y la opinión pública predominante estaban en contra de armar a la población. Esto, sumado a las iniciativas del ge- neral Huamán Centeno, muestra que, desde los primeros años del conflicto, las Fuerzas Armadas adoptaron estrategias que se apartaron del mandato dado por la política de seguridad y de defensa del gobierno elegido. I NTENTO DE CONTROL CIVIL Y GENERALlZACIÓN DEL CONFLICTO ARMADO INTERNO Como se ha visto en un capítulo anterior, en los primeros meses de su gobier- no, el presidente Alan García intentaba disipar con discursos y medidas radicales la atmósfera opresiva de la guerra interna y la recesión económica. Pero desde el primer momento tuvo que asimilar condiciones muy duras, al mismo tiempo que proclamaba sus programas de cambios. El 5 de junio de 1985, el saliente gobierno de Belaunde dio la ley 24150 que regula las atribuciones del comando político-militar en una zona declarada en estado de emergencia, otorgándole la «[...] potestad de solicitar el cese, nombra- miento o traslado de las autoridades […]». La misma ley —vigente hasta la fe- cha— establece la sujeción exclusiva de «[…] los miembros de las Fuerzas Arma- das o Fuerzas Policiales [...] a la aplicación del Código de Justicia Militar». Este legado del gobierno saliente, introducido por presión de las Fuerzas Armadas y sectores afines, no fue rechazado por Alan García, quien aprovechó su victoria