Hatun Hillakuy 2008-Hatun Willakuy. Versión abreviada del Informe | Page 285
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dades del país. A los pocos meses de iniciado este bloqueo informativo se produjo
la muerte de ocho periodistas a manos de los comuneros de Uchuraccay, quienes
los confundieron con subversivos. La esfera oficial volvió a cerrar el tema poco
después y a apostar por una victoria rápida sin importar los costos, sin mayor
alteración de la agenda política y de los planes económicos.
Mientras el oficialismo negaba que hubiera violaciones de los derechos hu-
manos o, simplemente, en algunos casos, restaba importancia a las denuncias, la
oposición le daba al asunto la mayor relevancia política. Esta desunión política
del país fue el mayor obstáculo para que el esfuerzo de defensa interior fuera
complementado, como era urgente, por esfuerzos económicos, administrativos y
políticos para incrementar la presencia del Estado en la zona de emergencia. Los
opositores de izquierda veían en la guerra contra el PCP-SL una versión peruana
de la «guerra sucia» argentina. Aunque la izquierda parlamentaria marcó ciertas
distancias con el PCP-SL, en muchas actividades políticas de izquierda se man-
tenía una posición ambigua con respecto a la lucha armada, dando a entender
que no se había renunciado a ella y que se comprendía perfectamente el carácter
violento que estaba adquiriendo el conflicto social. Lo cierto es que no hubo un
acuerdo nacional activo contra el PCP-SL.
Así pues, las posiciones políticas sobres este tema se polarizaron. Los altos mandos
militares —que eran entonces un actor político— interpretaban esta falta de apoyo
unitario al esfuerzo de defensa como una debilidad del nuevo sistema. Tanto el
oficialismo como la oposición confundían al PCP-SL con un fenómeno más de la
Guerra Fría, una guerrilla nacional alentada por el comunismo internacional. La
confusión aumentó cuando el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA)
anunció su ingreso a la lucha armada. Como en este caso sí parecía presentar las
características propias de una guerrilla regular, vinculada al comunismo
internacional y heredera de las ramas radicalizadas del PAP que emprendieron las
efímeras guerrillas de 1965, entonces se reforzó la creencia de que detrás del PCP-SL,
el MRTA y las izquierdas parlamentarias había un mismo actor político: el
comunismo internacional. Este engaño colectivo —originado en la confusión que
tenían las izquierdas sobre sí mismas— impidió en los primeros años del conflicto
reconocer las fuertes diferencias entre las agrupaciones de izquierda, el MRTA y
el PCP-SL. Ello no sólo frustró la necesaria unidad política para enfrentar al PCP-
SL, sino que permitió que amplios sectores subestimaran su peligrosidad y se
contentaran con interpretar al PCP-SL como una explosión del comprensible
descontento de los campesinos pobres.
El carácter marginal de la guerra 1983-1985 estuvo determinado por la decisión
política implícita y (ésta sí) unánime de buscar que el esfuerzo de defensa,
protagonizado por los militares, no tuviera consecuencias para otros campos de
la vida nacional. Ello ocurrió en dos direcciones. Desde el oficialismo, porque
veían en eso un retorno de los militares al poder y por una lógica de delegación
de funciones a las Fuerzas Armadas en lo que se suponía debía ser una campaña
estrictamente limitada al campo militar. Y desde la oposición, para evitar una
ampliación del concepto de lucha contrasubversiva que pudiera volverse contra
ellos mismos. La posición política del gobierno, que oficialmente no reconocía la
existencia de un conflicto interno con carácter de guerra subversiva —sino sólo