Hatun Hillakuy 2008-Hatun Willakuy. Versión abreviada del Informe | Page 284
L OS COMANDOS POLÍTICO-MILITARES: PATRONES SISTEMÁTICOS Y GENERALIZADOS DE VIOLACIONES
A LOS DERECHOS HUMANOS
Debido a la magnitud de la contraofensiva militar, el PCP-SL resultó afectado al
modo advertido por Cisneros: los senderistas habían muerto pero, para matar-
los, se había victimizado a poblaciones en una forma masiva. Debido a la pérdida
de cuadros y simpatizantes, el PCP-SL disminuyó el número de atentados noto-
riamente hacia 1985. Las Fuerzas Armadas y Policiales, entre tanto, registraron
un número menor de bajas en comparación con períodos posteriores.
El número de ejecuciones extrajudiciales y violaciones diversas de los dere-
chos humanos, en el enfrentamiento a la estrategia senderista ya comentada, al-
canzó dimensiones catastróficas en proporción al tamaño de la población de la
zona. Las cifras sobre el número de bajas de nuestras Fuerzas Armadas en com-
paración con las altísimas cifras de civiles y presuntos subversivos muertos, que
llegan a miles, así como el hecho de no reportarse heridos, capturas o incautación
de material subversivo, hablan de una enorme desproporción en el campo. La
dificultad para obtener inteligencia sobre el PCP-SL y para estabilizar el control
de las áreas rurales provocó no sólo casos muy graves de excesos, sino también la
aparición de centros de reclusión y tortura clandestinos en algunas bases milita-
res. Tristemente célebre es el estadio de Huanta, base principal de la Infantería de
Marina en esa provincia, el cual alojó temporalmente un centro clandestino de
reclusión donde se practicó la desaparición y la tortura. Otros lugares de interro-
gatorio fueron la chanchería situada en las inmediaciones del cuartel Los Cabitos
de Huamanga y la llamada «casa rosada» en esta misma ciudad.
Las violaciones de los derechos humanos aumentaron porque el comando
político-militar de la zona de emergencia, dentro de su estrategia de aislamiento
de la zona, prohibió el ingreso de la Cruz Roja, de las organizaciones humanita-
rias y del periodismo en general, reservándose el derecho de autorizar determi-
nados reportajes o entrevistas. Las pocas noticias que se filtraban eran tomadas
luego por ciertos sectores del público nacional e internacional como indicadores
de una situación fuera de control y, al mismo tiempo, desacreditas por las autori-
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do los pobladores eran capaces de romper la segmentación y deshacerse del
terror que protegía a los elementos locales del PCP-SL. Pero el PCP-SL atacó de
nuevo en muchos sitios hasta lograr, de forma brutal, el «contrarrestablecimiento»
de sus comités populares. Mientras las Fuerzas Armadas buscaban el difícil obje-
tivo de conseguir un apoyo unitario de toda la población al Estado peruano y un
rechazo unitario al terrorismo, el PCP-SL concentraba sus esfuerzos en conseguir
la división, o sea la existencia de un sector senderista en cada pueblo, capaz de
desarrollar paulatinamente poder político y militar en medio de la neutralidad
de la amedrentada mayoría de la población. Ello explica los avances del PCP-SL
durante 1983. El agotamiento físico y los efectos psicológicos de la guerra expli-
can —pero no disculpan— que se haya incurrido en errores y excesos. De esto no
sólo son responsables quienes combatieron, sino también quienes debieron ha-
ber prestado el apoyo político, económico e institucional para estabilizar los re-
sultados de la presencia militar con medidas en los campos no militares.