Hatun Hillakuy 2008-Hatun Willakuy. Versión abreviada del Informe | Page 258

245 del Perú, órgano clave en la lucha contrasubversiva, minaron notoriamente la posibilidad de una respuesta oportuna y eficaz al nuevo desafío. Fue a esta organización que el PCP-SL escogió como primer blanco. La elección no carecía de cierta fuerza simbólica, pues en las zonas rurales la policía —especialmente la Guardia Civil— constituía el rostro más visible del Estado y ese rostro no era siempre amable: por el contrario, en muchas poblaciones la policía constituía un elemento del poder local y entablaba relaciones autoritarias y de abuso con la ciudadanía. Desde comienzos de los 80, la policía sufrió el embate del PCP-SL embarcado en esos años iniciales, como se ha visto, en las campañas denominadas Conquis- tar Armas y Medios, Remover el Campo con Acciones Guerrilleras y Batir para Avanzar hacia las Bases de Apoyo. Debe recordarse que en mayo de 1981 la direc- ción del PCP-SL había aprobado la directiva de pagar una «cuota de sangre» para el triunfo de la revolución, ventana abierta para una conducta vesánica que empe- zó a manifestarse en los ataques a puestos policiales. En 1981 se produjeron ataques a los puestos policiales de Quinua, Luricocha y Tambo. En el ataque al puesto de Quinua, realizado el 15 de agosto, se produjo el primer asesinato de un policía durante el conflicto. La víctima fue el sargento Ramiro Flores Sulca. Siete semanas después, otro feroz ataque, el efectuado con- tra el puesto policial de Tambo, determinó la primera declaración de estado de emergencia en Ayacucho. Para hacerlo efectivo, el gobierno de Fernando Belaunde envió a la zona 193 policías, entre los cuales iban cuarenta miembros de la unidad especializada de los sinchis. Se constituyó un Estado Mayor conformado por los coroneles de los tres cuerpos policiales y éste puso en práctica el Plan de Opera- ciones Conjunto Vivanco, así denominado en homenaje al policía herido letalmente en el ataque de Tambo. En esta primera experiencia de intervención policial conjunta de sesenta días la policía llegó a capturar a importantes miembros del PCP-SL sin que se produ- jeran víctimas mortales en Huamanga. En las zonas rurales, sin embargo, la insu- ficiencia de personal policial dificultó tener un control más efectivo. De otro lado, se debe señalar que junto con la eficacia de la intervención se estaban producien- do violaciones de los derechos básicos de la población. Entre diversos testimo- nios, la CVR recibió el de una mujer que cuando tenía 14 años fue víctima de violación sexual por un grupo de siete sinchis encapuchados: éstos, según su relato, irrumpieron en su casa el 28 de octubre de 1981, la introdujeron en un automóvil, la violaron sexualmente y la subieron en un helicóptero desde el cual la balancearon en el aire, con una soga que le ataba los pies, para que confesara su supuesta participación en el asalto al puesto policial de Tambo. La Policía de Investigaciones había conseguido, por su parte, otras deten- ciones fuera de Ayacucho y la situación se revelaba problemática para la organización subversiva. Ésta planificó fugas de los centros penitenciarios, entre las cuales la de mayor envergadura fue la que se realizó el 2 de marzo de 1982 en Huamanga. La fuga de la cárcel de Huamanga, maniobra en la que se evadieron 254 reclusos, sorprendió al personal policial a pesar de que la Guardia Republi- cana había alertado a las autoridades sobre el plan senderista. La muerte de dos policías durante el ataque —Florencio Aronés Guillén y José Rea Conde— fue