Hatun Hillakuy 2008-Hatun Willakuy. Versión abreviada del Informe | Page 250

El gobierno por su parte entendió que esas recomendaciones no lo obligaban a variar de conducta y a propiciar una revisión completa de lo hecho en materia de política contrasubversiva. Grave error de ambos, el Senado debió demandar el cumplimiento de las recomendaciones que aprobó y el gobierno debió aceptar que era el momento de convocar a la participación de la sociedad, procurando un compromiso nacional por la pacificación. (Bernales 1990: 179) E L PAP FRENTE A LA CRISIS En septiembre de 1988 el gobierno presentó un paquete de medidas de ajuste gradual de la economía, que marcó el fin de las iniciativas de cambio económicas propuestas por el régimen aprista. La falta de recursos del gobierno en materia contrainsurgente fue evidente en momentos en que se había producido una ex- pansión del conflicto en distintas áreas del país que obligaba a un despliegue mayor de las fuerzas del orden. En esas condiciones, era ya imposible pensar en que se mantendría el componente socioeconómico de la lucha contrasubversiva. Por otro lado, la agudización de la crisis económica y el descontrol de la inflación habían erosionado la popularidad del gobierno. Las Fuerzas Armadas, por su parte, habían sistematizado su experiencia con- tra insurgente y se hallaban elaborando una estrategia contrasubversiva integral que otorgaba a las Fuerzas Armadas un rol fundamental no sólo en la conducción de la lucha contra la violencia terrorista sino, también, en la gestación de una nueva correlación política en el país. La nueva estrategia fue definida sin la participación directa del gobierno ni del Congreso. Las Fuerzas Armadas hicieron un balance propio mientras que en el campo policial se gestaba, también autónomamente, el trabajo especializado de inteligencia contra el terrorismo. Esto ocurría mientras el Ejecutivo no lograba constituir una instancia alternativa al Consejo de Defensa Nacional y cuando el Congreso no acertaba a convertir en leyes las recomendaciones de su propia Co- misión Especial sobre el tema. Entretanto, a mediados de 1989 había ocho departamentos en estado de emer- gencia: Lima, Apurímac (salvo la provincia de Andahuaylas), Huancavelica, San Martín, Junín, Pasco, Ayacucho, Huánuco y la provincia constitucional del Ca- llao, que representaban el 33% del territorio nacional. Además, el 36% de los 1770 distritos del país se encontraban en zonas de emergencia, por lo que las representaciones municipales y las autoridades locales corrían un alto riesgo, atendiendo a la campaña de terror y asesinatos senderistas en su contra. Entre 1987 y 1989 hubo un abandono creciente de los cargos municipales. La «vacancia municipal» por abandono de cargo —situación inexistente en la ley—, fue un fenómeno que se extendió en los departamentos afectados por la subversión o declarados en estado de emergencia, especialmente en los departamentos de Junín, Lima, Ayacucho, Huánuco, Apurímac, Ancash, Huancavelica, Pasco, La Libertad, Puno y San Martín. 237 El Senado aprobó el informe pero no impulsó la concreción de las propuestas de la Comisión. El senador Bernales, que presidió la Comisión, comentó en un estudio posterior: