Hatun Hillakuy 2008-Hatun Willakuy. Versión abreviada del Informe | Page 215

202 propio proyecto militar. Un «tribunal revolucionario» del MRTA los consideró «traidores», ubicó y fusiló a su jefe el 30 de octubre de 1988. Por la misma época, fueron ejecutados los hermanos Cusquén Cabrera, acusados de graves crímenes «contrarrevolucionarios». La hermana, Rosa Cusquén, acusada de traidora y confidente de la policía, fue asesinada en el Hospital Arzobispo Loayza de Lima el 1 de junio de 1988, cuando se recuperaba de las heridas sufridas en un fallido primer intento de «ajusticiamiento» dos meses antes. Mientras tanto, el frente oriental iniciaba sus acciones sin un apropiado cono- cimiento del territorio, ni un adecuado trabajo proselitista y organizativo pre- vio. Luego de algunos éxitos iniciales, el 8 de diciembre de 1989 un destacamento subversivo asesinó («ajustició») a Alejandro Calderón, presidente de la ANAP (Apatywaka-Nampitsi-Ashaninka del Pichis), por haber entregado —cuando niño— a Máximo Velando, dirigente del MIR, a las fuerzas del orden durante el movimiento guerrillero de 1965. La muerte de Calderón llevó a la conformación del denominado «ejército asháninka», que encabezó un «levantamiento asháninka», para expulsar al MRTA de su territorio. El MRTA reconoció el error y por propia decisión replegó sus fuerzas sin presentar combate 53 pero el daño estaba hecho. La ofensiva del ejército asháninka y la acción de las fuerzas del orden fueron desarticulando el frente oriental. «Para 1991 ya no había Oriente, ya no había nadie, ya no había gente, o sea, desapareció. Así como apareció, desapareció rapidísimo» (Lucas 54 ). Los sobrevivientes se concentraron en el frente central. La región central tenía gran importancia dentro de la estrategia del MRTA. En septiembre de 1988, poco después del II Comité Central Unificado, se retornó el trabajo para la instalación allí de un destacamento armado. Desde un principio, el destacamento tuvo que enfrentar la hostilidad del PCP-SL. Aun así, inició sus ac- ciones en febrero de 1989. Luego de varios éxitos, con la intención de ganar pre- sencia en la escena nacional y presentarse como una alternativa frente al PCP-SL y a las Fuerzas Armadas, el MRTA decidió tomar la ciudad de Tarma, con lo que esperaba superar el impacto causado por la aparición de sus destacamentos en San Martín. El contingente estuvo conformado por 67 subversivos, casi la totali- dad de integrantes de los destacamentos de la sierra y de la selva del frente cen- tral. La madrugada del 28 de abril, en un paraje limítrofe entre los distritos de Huertas y Molinos (Jauja), el destacamento que se desplazaba en dos camiones se encontró con una patrulla del Ejército. Se produjo, entonces, un enfrentamiento en el cual murieron 58 integrantes del MRTA. 55 El golpe sufrido en Molinos desbarató el trabajo del MRTA en la región central. Sin embargo, la dirigencia no calibró bien el impacto de lo sucedido. «No tuvimos una idea cabal de cuán profundo había sido el golpe [...]. Pensamos que era rever- sible rápidamente [...] con algunas acciones, con algún tipo de campañas [...] lo 53 54 55 En julio de 1990, Víctor Polay reconoció el «error» cometido (MRTA 1990: 19). CVR. Entrevista. Lucas es el pseudónimo de un dirigente del MRTA actualmente encarcelado. Agosto de 2003. Según la información proporcionada por el Ejército, murieron seis de sus miembros. Además, siete pobladores que residían en lugares aledaños fueron detenidos y desparecidos; otros tres, que fueron detenidos por el Ejército, aparecieron muertos, lo que hace presumir que fueron ejecutados extrajudicialmente.