Hatun Hillakuy 2008-Hatun Willakuy. Versión abreviada del Informe | Page 211
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Estas propuestas fueron acompañadas de atentados contra la casa del entonces
Ministro de Trabajo Joaquín Leguía y la colocación de explosivos en los locales de
la firma Kentucky Fried Chicken en marzo de 1985, en Lima. Un mes después, en
mayo de 1985 publicaron el documento El MRTA y la revolución peruana, en el que
definían su denominada «guerra revolucionaria del pueblo». El objetivo principal
de su estrategia era: «la conquista del poder político [...] que se alcanzaría en un
proceso más o menos prolongado de guerra revolucionaria» (MRTA 1990: 75). En
los inicios de su guerra pretendían la «acumulación y desarrollo de fuerzas revolu-
cionarias, ideológicas, políticas y militares» enfocando su trabajo en: «[...] la cons-
trucción de una organización de vanguardia que sea capaz de fundirse con las
masas trabajadoras y orientar sus luchas en la perspectiva general de la lucha por
el poder, así como dirigir la lucha armada e ir incorporando a la misma a las masas
del pueblo trabajador» (MRTA 1990: 75).
En junio de 1985, luego de varias acciones realizadas en Chiclayo, Chimbote,
Huancayo y Lima en conmemoración de los 20 años del inicio de la guerrilla del MIR,
el MRTA consideró que «la fase de propaganda armada se había cumplido
exitosamente» y podían pasar a la «fase de hostigamiento con características más
propiamente guerrilleras» (MRTA 1990: 79). Dos acciones marcaron su inicio. El 12
de julio siete puestos policiales fueron atacados en forma simultánea en Lima y el 25
de julio un coche bomba fue colocado en el Ministerio del Interior sin ocasionar
víctimas mortales. Esta fue la primera vez que hizo uso de esta práctica terrorista.
Sin embargo, cuando Alan García asumió la presidencia, el dirigente máximo
del MRTA, Víctor Polay Campos, apareció encapuchado en una concurrida confe-
rencia anunciando la suspensión de acciones militares del MRTA al considerar que
el pueblo había «depositado mayoritariamente su esperanza en el partido aprista»
(MRTA 1990: 95). Como recuerda Miguel Rincón, dirigente del MRTA, «[...] la
dirección del MRTA consideró correcto otorgar una tregua al gobierno, era una
demostración de flexibilidad y disposición de diálogo para encontrar salidas a
nuestra patria y evitar el baño de sangre; la respuesta fue negativa, la guerra sucia
continuó y se fue agravando» (2002: 14).
La suspensión de acciones militares fue acompañada de un pedido de diálogo
con el gobierno, previo cumplimiento de un mínimo de condiciones como «la libe-
ración de todos los prisioneros políticos [...], la conformación de una Comisión de
Paz y el establecimiento de [una] base mínima de justicia» (MRTA 1990: 99). De
esta forma, el MRTA pretendía ganarse las simpatías de la población que votó
tanto por el PAP como por IU. Asimismo, buscaba diferenciarse del PCP-SL y
consolidar su presencia política presentándose como una organización alzada en
armas que tomaba la iniciativa «en el plano político con una actitud dialogante,
de madurez y comprensión política» (MRTA 1990: 81).
En la militancia del MRTA, la suspensión unilateral provocó desconcierto.
Para algunos dirigentes regionales, la medida apareció como una decisión tomada
sólo por la dirigencia nacional. «Un día salen y dicen: «vamos a darle tregua».
¿Pero cómo?, ¿cuándo hemos hablado? Además, forjados en una larga historia de
antiaprismo, eso nos supo a chicharrón de sebo» (Mateo 50 ). Pero la suspensión de
50
CVR. Entrevista. Mateo es el pseudónimo de un ex dirigente del MRTA recluido en un penal de máxi-
ma seguridad. Agosto de 2003.