Hatun Hillakuy 2008-Hatun Willakuy. Versión abreviada del Informe | Page 189
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su presencia. Ello, a pesar de su permanente presión con acciones de propaganda
y otras orientadas a generar temor y proyectar una imagen de fuerza: marchas
relámpago, repartos de volantes y, esporádicamente, captura y uso de los altopar-
lantes para propagar consignas. A principios de los 90, el PCP-SL incrementó su
presencia en las zonas altas de Huaycán. Sus columnas eran vistas desplazándose
por allí continuamente. Intensificaron también campañas propagandísticas y tra-
taron de legitimarse ante la población ejerciendo funciones de seguridad no cum-
plidas por los aparatos del Estado.
La organización subversiva tuvo cierto éxito en Raucana, pequeño asentamien-
to humano también en el cono este, donde, para mantener el orden interno, el
PCP-SL impuso un severo código de sanciones y castigos que fueron percibidos
positivamente por un sector de los pobladores. Este control públicamente visible
del «comité de lucha popular» (similar al «comité popular» senderista de las zo-
nas rurales) duró hasta la instalación, en septiembre de 1991 de una base militar
que se mantuvo en el lugar hasta el año 2000.
Casi la totalidad de los diferentes barrios populares de Lima experimentaron
la presencia violenta del PCP-SL y fueron escenario de sus intentos por controlar
las organizaciones locales. Sólo en 1992 fueron asesinados 27 dirigentes vecinales.
En los barrios comerciales y de clases medias y altas, la única relación del PCP-SL
con la población fue la violencia y el único objetivo, el terror. Fue el espacio en el
que el único lenguaje era el de los comandos de aniquilamiento, los coches bomba
y los paros armados.
Entre agosto y septiembre de 1989 se observó una reducción de las actividades
subversivas que, aparentemente, era preparatoria de una ofensiva en torno de las
elecciones municipales de noviembre. En efecto, a partir de octubre las acciones
subversivas se incrementaron notablemente. Un nuevo repliegue se produjo des-
de diciembre de ese año hasta marzo de 1990, cuando repuntan las acciones sub-
versivas en plena campaña de elecciones presidenciales, en mayo. Este repunte se
mantuvo hasta agosto. Los principales blancos de los atentados fueron los centros
comerciales y las unidades de transporte en la capital. Tras una relativa calma
entre diciembre y abril, la violencia repuntó para seguir un ascenso continuo. El
año 1992 fue el de mayor violencia en Lima. El coche bomba que estalló en la calle
Tarata, en el distrito de Miraflores, el 16 de julio de 1992, con la secuela de incen-
dio, destrucción y muerte de personas que se encontraban en sus casas, fue el
hecho más visible y dramático.
La captura de Guzmán
Fue en este mismo clímax de violencia cuando se produjo, en Lima, el aconteci-
miento que inició el fin del conflicto armado: la captura de Abimael Guzmán
Reinoso el 12 de septiembre de 1992, tras un minucioso trabajo de inteligencia de
la Dirección Contra el Terrorismo (DINCOTE).
A la captura de la cúpula dirigente del PCP-SL se sumaron otros golpes de las
fuerzas del orden, que desembocaron en la desestructuración de la organización
subversiva. Tal descalabro, añadido a los efectos de la ley de arrepentimiento y el
llamado a un «acuerdo de paz» efectuado por Guzmán en prisión, frenaron con-
siderablemente la actividad subversiva.