Hatun Hillakuy 2008-Hatun Willakuy. Versión abreviada del Informe | Page 185
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de las intervenciones era directamente proporcional al grado de aislamiento de
las localidades y a la distancia que las separa, física y simbólicamente, de los
centros de poder. En la selva central, los nativos están tan aislados de esos cen-
tros como lo están los pobladores de Chungui y Oreja de Perro en Ayacucho, y la
suerte sufrida por los pobladores rurales en ambos espacios fue trágicamente
similar.
Se estima que la quinta parte de la población del pueblo asháninka terminó en
la condición de desplazados de guerra. Se han producido graves daños a la estruc-
tura social de las sociedades nativas, con lo cual los viejos enconos locales se han
agudizado. Pero los asháninkas no fueron víctimas únicamente del PCP-SL, sino
también de las Fuerzas Armadas. Son múltiples las denuncias recibidas sobre vio-
laciones de derechos humanos, atropellos que fueron posibilitados por los prejui-
cios étnicos y raciales que afirmaban la superioridad de los conscriptos de la sierra
y de la costa sobre los «salvajes», también denominados «chunchos»; la impuni-
dad relativa con que podían actuar contra ellos; y la condición de sospechosos en
la que eran colocados los pobladores asháninkas por el hecho de ser en su mayoría
indocumentados.
En la región nororiental, con bases sólidas en el Alto Huallaga, el PCP-SL in-
tentó en estos años afirmar su dominio avanzando hacia el Huallaga Central tras
dominar la parte sur de las provincias de Bellavista y Mariscal Cáceres. Ante la
necesidad de reafirmar su hegemonía territorial, el PCP-SL prosiguió su avance
teniendo como objetivos los valles del Ponaza y Miskiyacu, en el Huallaga Cen-
tral. Sin embargo, tuvo un considerable revés en Tingo María en julio de 1991
cuando fracasó un intento de atacar la ciudad. El caso es expresivo de lo que venía
sucediendo desde 1989 con la creación del comando político-militar del Huallaga:
un mayor control militar a través del establecimiento de bases militares en Uchiza,
Santa Lucía, Tocache, Madre Mía, Tulumayo, Nuevo Progreso, Pizana, Punta Are-
nas y otros lugares; y una nueva estrategia del Ejército que priorizaba el combate
al terrorismo sobre la eliminación del cultivo de coca. Así, avanzó la constitución
de comités de autodefensa. En 1992, la estrategia de apoyarse en la población para
combatir el terrorismo contaba con un elemento más: la ley de arrepentimiento,
que no sólo disminuyó numéricamente a la organización subversiva, sino que tam-
bién amplió la información de la que disponían los órganos de inteligencia del
Estado.
La tercera fase del PCP-SL en la región nororiental se abrió con la captura de
Abimael Guzmán en septiembre de 1992 y tuvo un hito importante en la
promulgación de las normas legales que permitieron a los militantes desengaña-
dos acogerse a la figura del «arrepentimiento». Ésta fue una puerta de escape para
numerosos militantes que tenían que soportar la presión de mandos subversivos y
estaban obligados a embarcarse en una ofensiva final para la cual no estaban pre-
parados. Por otra parte, a partir de 1989, el precio de la coca empezó a bajar; en
1995, descendió a un nivel tal que no se cubrían ni siquiera los costos. Pero los
hechos fundamentales que precipitaron la decadencia de PCP-SL en la región fue-
ron, al igual que en los otros espacios, sus abusos y su intento de encuadrar todos
los aspectos de la vida del campesinado, que terminó provocando la resistencia
campesina, su aislamiento social y posterior derrota militar.