Hatun Hillakuy 2008-Hatun Willakuy. Versión abreviada del Informe | Page 180

Desde el punto de vista militar, su evaluación era igualmente subjetiva: «esta- mos construyendo la conquista del Poder, ¿por qué surgió esta exigencia con más urgencia? Ya hemos pasado 4 hitos en el salto de guerra de guerrillas a guerra de movimientos y éstos demuestran cómo el proceso se desenvuelve» (PCP-SL 1993a). Esto suponía asumir que la organización subversiva contaba con fuerzas regulares (es decir, con un ejército) capaz de pasar de las acciones irregulares, características de la «defensiva estratégica» (acciones de propaganda armada, sabotaje, atenta- dos, terrorismo, guerra de guerrillas), a la primera forma de guerra regular, la guerra de movimientos, donde ya es posible desarrollar enfrentamientos regulares con profesionales de la guerra organizados en ejércitos basados en división de armas y cuerpos (artillería, caballería, ingeniería, logística, etcétera) aunque las fuerzas subversivas aún no estén en condiciones de defender territorios y deban combinar la guerra de movimientos con acciones de «guerrilla». «Otro de los cam- bios actuales es que de la guerra de guerrillas se pasa a guerra de movimientos que devendrá principal, pero no exclusiva, pues, la guerra de guerrillas seguirá desen- volviéndose como fundamental en lo inmediato» (PCP-SL 1993a). Éste sería el preludio de la fase final de la guerra revolucionaria, la «ofensiva estratégica», en la que las acciones bélicas adquieren las características de una guerra de posiciones y en la que los subversivos están en situación de defender territorios. Para Mao Zedong, el tránsito del campo a la ciudad como escenario principal de la guerra está asociado a un desarrollo del trabajo político y militar muy eleva- do en el campo: el «cerco de las ciudades» y su caída son la fase final de la guerra, el preludio de la victoria final. Como es evidente, tampoco se daban tales condi- ciones en el Perú a fines de la década del 80; por el contrario, el enorme despliegue de los comités de autodefensa en gran parte del territorio nacional y la rebelión campesina contra las imposiciones del «poder popular» senderista significaban un claro retroceso del PCP-SL respecto de la situación de mediados de la década del 80. La proclamación del «equilibrio estratégico» por Abimael Guzmán representó, pues, una especie de huida hacia delante. El PCP-SL debía afrontar la pérdida de presencia en el campo, a medida que los «escarmientos», es decir, las masacres de poblaciones campesinas resultaban inútiles para impedir la rebelión organizada y en armas del campesinado contra el senderismo. La respuesta de Guzmán fue intensificar las acciones armadas en la ciudad. En 1993, ya en prisión, Guzmán reinterpreta la «ofensiva» de Lima —expresa- da en numerosos coches-bomba entre febrero y julio de 1992— como un intento de precipitar la intervención de los Estados Unidos en el Perú; con ese objetivo, se imbuía a los militantes del PCP-SL de falsas expectativas y se los animaba a conti- nuar con sus acciones en el entendido de que «el poder estaba a la vuelta de la esquina». En su elaboración fantasiosa, Guzmán tenía, antes de caer, la propuesta de cambiar los nombres de organismos y estructuras fundamentales del PCP-SL: el EGP devendría Ejército Popular de Liberación Nacional, listo para combatir la 167 la ciudad. ¿Cuándo se ha de plasmar? debe estudiarse muy seriamente teniendo en cuenta la práctica, la realidad concreta, como en todo. (PCP-SL 1993a)