Hatun Hillakuy 2008-Hatun Willakuy. Versión abreviada del Informe | Page 15

Un tercer y último círculo encierra y supera a las esferas de la reforma institucional y del cumplimiento de los derechos de las víctimas. El derecho y la política nunca dejan de ser tributarios de la cultura, de los valores, de las repre- sentaciones del mundo, de las orientaciones y motivaciones prevalecientes en una sociedad como realidad colectiva intersecada con los millones de realidades individuales que componen la nación. Ese círculo exterior tiene, por ello, el nom- bre de memoria. Las batallas por la memoria no empezaron en el 2003, cuando la Comisión presentó su Informe Final. Es más antigua esa lucha por sustituir una memoria militarista, negadora de víctimas, legitimadora de la violación de de- rechos humanos, por una memoria incluyente, compasiva y, al mismo tiempo, enérgica en la defensa de los derechos fundamentales. Podríamos decir que esa batalla comenzó cuando un grupo de madres campesinas se decidió a recorrer comisarías, cuarteles, bases militares, campos de concentración en busca de sus hijos. Estos fueron desaparecidos; ellas preservaron su recuerdo. Esa batalla comenzó, también, por los mismos años, en las comunidades andinas que se resistieron y opusieron al proyecto de Sendero Luminoso tan pronto quedó claro que éste no tenía nada que ver con la reivindicación de sus derechos y de sus historias sino con la imposición de una sociedad totalitaria y más jerárquica aun que la que los mantenía excluidos desde siglos atrás. Así, se podría decir que el Informe Final de la CVR no es sino un heredero de ese espíritu de resistencia simbólica contra las imposiciones sordas de la violencia, espíritu que se mantuvo vivo y se robusteció gracias a un valiente movimiento de derechos humanos y a la labor de los sectores más lúcidos —por desgracia, no los mayoritarios— de la prensa nacional. Un informe como el que presentamos, como los que han elaborado las diver- sas comisiones que precedieron a la nuestra alrededor del mundo, puede ser con- fundido fácilmente con un proyecto editorial: un libro o una colección de libros. No lo es. Su forma editorial es eso: un envoltorio de una realidad que lo desbor- da. En nuestro caso, 17 mil voces y numerosas piezas de evidencia y análisis. Por último, un documento de esta índole es una herramienta para la restitución y salvaguarda de la memoria que es puesta en manos de la sociedad, que es el agente de la memoria: su creadora y su difusora; su sujeto y también su objeto. Es preciso, en honor a la verdad, indicar que si bien esa memoria histórica ha conocido algunos avances, estos han sido fragmentarios, esporádicos y no defini- tivos. Todavía es necesario que el sentido común autoritario ceda el espacio a otro sentido común democrático e incluyente, un sentido común que se rebele contra el ejercicio de la atrocidad en nombre del orden estatal o de cierta concep- ción totalitaria del cambio social. En efecto, la memoria autoritaria todavía no ha sido derrotada. Ella subsiste en más de una columna periodística y lo hace con altanería, casi con orgullo. Y tiene asiento, aun, en la política nacional en los ám- bitos simbólicos y de decisión más importantes. Es cierto que uno de los princi- pales responsables en lo que toca al Estado se encuentra ante los tribunales espe- rando el veredicto de la justicia. Pero también es verdad que muchos culpables de graves crímenes gozan de impunidad y que autoridades de los pasados gobier- nos que también fueron responsables por acción u omisión están lejos de haber VIII