Hatun Hillakuy 2008-Hatun Willakuy. Versión abreviada del Informe | Page 147

134 E L «NUEVO E STADO»: LA VIDA DE LAS «MASAS» EN EL MONTE En el monte, el PCP-SL reagrupó a los asháninkas en lugares preparados de antemano, algo alejados de los ríos y elevados, para una mejor vigilancia. Las comunidades se dividían en grupos más pequeños llamados «pelotones». Dos o tres pelotones conformaban un «comité popular». Cada familia tenía una choza, y el conjunto de éstas formaba una especie de círculo. Los pelotones contaban con un ambiente para centralizar los alimentos y una especie de cancha donde se realizaban reuniones y ejercicios. A unos quince minutos de camino se ubicaba un puesto de vigilancia. Cada semana se cambiaban las claves de identificación que permitían el ingreso o la salida del pelotón. El día comenzaba a las 3:00 a.m. Los mandos despertaban a la «masa» que se aseaba y arreglaba sus pertenencias en canastas: «listos para escapar si venían los miserables [del Ejército]». Luego, las mujeres preparaban la comida. Estaba prohi- bido hacer fuego durante el día, para evitar ser detectados. La comida era servida a las 5:00 a.m. Primero comían los mandos: «Cuando [los mandos] comen una cucharada, dicen «¡viva Gonzalo!» y recién vienen los demás [la masa] a servir- se» 8 . Los «mandos» se servían lo mejor, mientras la «masa» comía en muchos ca- sos: «sopa aguada nomás, hoja de chalanca nomás comían, tierra, hasta culebra». Desde las 8:00 a.m. hasta las 3:00 p.m. la «masa» trabajaba en las chacras y regre- saba hacia las 5:00 p.m. Mientras tanto, los enfermos y ancianos fabricaban púas o armas. Los productos de la jornada —yuca, pescado— eran entregados a los man- dos para ser centralizados y posteriormente distribuidos. Para los niños de ocho a diez años, funcionaba durante una hora diaria una «escuela popular», donde les enseñaban: «la sujeción y respetar al Presidente Gon- zalo, [la] autocrítica y sujetarse al partido y Presidente Gonzalo, osheki [bastante] canciones». Los niños mayores o «pioneros» tenían una hora diaria de entrena- miento militar. Tenían armas rudimentarias, generalmente arcos y flechas. En el mejor de los casos, tenían escopetas viejas. Sólo los «mandos» poseían revólveres, fusiles FAL y ametralladoras AKM. Al terminar la jornada, comían y se bañaban. A las mujeres las obligaban a trenzarse el cabello, a la usanza de las colonas de la sierra. Todos debían usar ropas limpias: «harapientas, no importa, pero limpio». En los primeros meses, la jornada terminaba con una reunión de la familia. A veces cantaban huaynos de la sierra con letras en castellano, enseñados por los senderistas. Conforme la situa- ción en los comités se fue deteriorando, se restringieron las reuniones familiares y las visitas. Incluso las manifestaciones de tristeza o la falta de apetito eran reprimi- das: «[...] cuando están pensativo, te dice: «¡en qué estás pensando, seguro piensas escapar!»». 9 Durante las reuniones semanales convocadas por la «fuerza local», los presen- tes «acusaban» las faltas cometidas por otros miembros del pelotón, incluso de su propia familia. Todos sabían hacer la «autocrítica»: Aprendimos a la fuerza. Hacía saludar a su presidente, sujeción única al presidente Gonzalo: «Pido la palabra, compañeros. Partiendo con mi más alta sujeción al maestro y guía, querido y respetado presidente Gonzalo, que es el jefe de nuestro 8 9 CVR. BDl-P737. Entrevista en profundidad. Varón, poblador de Quempiri. Testimonio recogido por el CAAAP. Puerto Ocopa, 1994.