Hatun Hillakuy 2008-Hatun Willakuy. Versión abreviada del Informe | Page 131

118 bre del PCP-SL. Asimismo, las violaciones sexuales, teóricamente prohibidas y cas- tigadas con la muerte, empezaron a presentarse con mayor frecuencia. El PCP-SL implantó un férreo orden y control. No perdonaba ninguna traición o sospecha de traición ni que osaran cuestionar su «nuevo orden»: Ellos [el PCP-SL] venían a ver si estaban haciendo caso, si estaban organizándose bien, si todos están comiendo igual, a ver qué errores cometíamos y, a los que cometían errores, los han amarrado y los han matado. 22 Yo estaba preocupada porque los compañeros llamaban a asamblea y los que no asistían iban a morir. De mucho miedo fui a la asamblea. A mi esposo y a mi papá, como no fueron, les dieron mil látigos hasta que se enfermen. Luego cocinábamos juntos porque, cuando nos encontraban cocinando individualmente, se molestaban y nos castigaban. 23 La vida en las «retiradas» se convirtió en un tormento infernal. Un testigo, que en aquel entonces tenía siete años, relata como la «masa» poseía menores ventajas que la «fuerza principal», y «local» para mantenerse viva y escapar: Tuve mucha pena. En mi base, quedamos pocos y escapamos hacia la puna donde comimos papas. Al enteramos que los sinchis se fueron, volvimos los que quedamos de mi base al sector de Achira, donde volvieron a venir los subversivos para organizarnos nuevamente. Nos dijeron: nosotros somos bastantes, como la arena del río y los militares son como las piedras grandes del río. La organización de las masas en mi base era: las señoras se ocupaban en cocinar y —si los adultos trabajaban en la chacra—, llevar la comida; los adultos y jóvenes participaban en la «fuerza principal» y, a la vez, eran agricultores. Todos trabajaban para todos. No había individualismo. Los niños mayorcitos ayudaban en lo que podían y, a los más pequeños, el senderista SF nos enseñaban a leer, escribir, nos hacían cantar y jugar. Yo tenía siete años en ese entonces. Lo que me duele recordar es cómo las masas morían porque no podían escapar de los ataques que hacían los militares. La fuerza local y principal casi nunca caía. Eran jóvenes a partir de los doce años y los adultos hasta los cuarenta años de edad, quienes podían escapar fácilmente de los milita- res, pero no podían enfrentarse, porque sólo eran veinte combatientes y estaban armados con palos, hondas, dos escopetas y dos fusiles. Así iban muriendo muchas «masas» [inte- grantes de la «masa»] y quedábamos pocos. 24 Las mujeres con niños no podían esconderse y escapar tan rápidamente: «Escapar con niños era más difícil, te alcanzaba entre dos y te mataban». 25 La situación de las «retiradas» empeoró cuando entraron los militares a eliminarlos: Cuando empezaban con esta búsqueda, nosotros nos escondíamos en los montes, en los huecos, las cavernas, en las aguas, etc. Nosotros pasamos todo tipo de peripecias; después de todo esto, sólo hemos podido sobrevivir unos cuantos nada más y retornamos a nuestro pueblo a pesar de estar buscados, perseguidos y después tuvimos que huir a las ciudades y, conforme van pasando los años, sólo pudimos volver a nuestro pueblo sólo pocas personas. En estas caminatas que realizábamos, muchos de nosotros murieron por hambre, disparados con bala que a muchos de nosotros nos llegaba en la cabeza, en la mano, en el cuerpo, etcétera. Algunos en la fuga se rompían los pies y de otros modos diferentes más, pues, fallecieron y otros a causa de ellos quedamos sin brazo, sin manos, perforados por la bala pues no estuvimos ilesos sino dañados, desnutridos. Te diré que hasta el día de hoy yo me encuentro desnutrida, con poca sangre porque no tenemos para alimentarnos 22 23 24 25 CVR. BDI-I-P633. Entrevista en profundidad. Huallhua, Anco. Mujer de 60 años. CVR. BDI-I-P608. Entrevista en profundidad. Huallhua, Anco. Mujer de 35 años. CVR. Testimonio 202014. Chungui, La Mar, 22 de marzo de 2003. CVR. BDI-P633. Entrevista en profundidad. Huallhua, Anco. Mujer de 60 años.