Hatun Hillakuy 2008-Hatun Willakuy. Versión abreviada del Informe | Page 116

La virulencia del lenguaje anuncia la violencia que vendrá, porque, después de la reunión denominada «Inicio de la lucha armada» (ILA), «la destrucción [del partido] ha sido conjurada». La reconstitución del partido ha culminado y los mi- litantes se convierten en alquimistas de luz: Somos un torrente creciente contra el cual se lanza fuego, piedras y lodo; pero nuestro poder es grande, todo lo convertiremos en nuestro fuego, el fuego negro lo convertiremos en rojo y lo rojo es luz. Eso somos nosotros, ésa es la Reconstitución. Camaradas, estamos reconstituidos. (PCP-SL 1980b) Lo que viene luego es el Apocalipsis. Los participantes de la I Escuela Militar, que hoy sabemos que se realizó en Lima y no en Chuschi, como afirmó por mucho tiempo la historia oficial del PCP-SL, firmaron un compromiso: Los comunistas de la I Escuela Militar del Partido, sello de los tiempos de paz y apertura de la guerra popular, nos ponemos en pie de combate como sus iniciado- res, asumiendo bajo la dirección del Partido y ligados al pueblo, la forja de las inven- cibles legiones de hierro del Ejército Rojo del Perú. ¡El futuro está en el cañón de los fusiles! ¡La revolución armada ha comenzado! ¡Gloria al marxismoleninismo —pen- samiento Mao Tsetung!— Viva el Partido Comunista del Perú! ¡Por el camino del camarada Gonzalo, iniciemos la lucha armada! (Gorriti 1990: 67) Lo que Guzmán define como «reconstitución del Partido Comunista» y su mi- litarización no sólo precipitó el «Inicio de la Lucha Armada», sino que constituyó un paso decisivo hacia el culto a la personalidad de Abimael Guzmán. Mariátegui fue quedando en el olvido y el «desarrollo» de su pensamiento realizado por el líder se transformó en «pensamiento guía» de Guzmán, quien todavía no se autodenominaba «presidente». De entre todas las reuniones que se acaban de reseñar, destaca con nitidez el IX Pleno Ampliado del Comité Central, celebrado entre mayo y julio de 1979. En el IX Pleno se reconoció a Guzmán como «jefe del partido y la revolución», reconoci- miento mucho más importante que el cargo de «secretario general», que siempre despreció. En ese mismo pleno, a semejanza de Mao en la Revolución Cultural, Guzmán depuró el Comité Central y conformó el Comité Permanente Histórico, El pueblo se encabrita, se arma y alzándose en rebelión pone dogales al cuello del imperialismo y los reaccionarios, los coge de la garganta, los atenaza; y, necesariamente los estrangula, necesariamente. Las carnes reaccionarias las desflecan, las convierten en hilachas y esas negras piltrafas las hundirá en el fango, lo que quede lo incendiará [...] y sus cenizas las esparcirá a los vientos de la tierra para que no quede sino el siniestro recuerdo de lo que nunca ha de volver porque no puede ni debe volver. (PCP-SL 1980b) 103 torio y lo va moldeando a su imagen y semejanza, más como el herrero que como el alfarero, porque, como repetirá en los años siguientes refiriéndose a quienes no han visto la luz del partido: «No va a ser fácil que acepten [...] requerirán hechos contundentes [...] que les martillen en sus duras cabezas, que les hagan saltar a pedazos sus especulaciones, para que en sus almas también anide la realidad de esta patria nuestra». El discurso anuncia la metodología que el PCP-SL empleará con las denomina- das «masas». Para los «enemigos de clase», la perspectiva es todavía peor: