Hatun Hillakuy 2008-Hatun Willakuy. Versión abreviada del Informe | Page 108
37
En contraste con ello, menos del 20% de las bajas militares del conflicto ocurrieron en acciones en la
región sur central, a pesar de que es en esa región donde se reportaron la mayor cantidad de muertos
y desaparecidos a la CVR.
95
de la dirección central del partido senderista. No es de extrañar que, al igual que
en las Fuerzas Armadas y Policiales, el dinero del narcotráfico haya tenido efectos
corruptores en la moral y disciplina de los miembros de la organización subversi-
va, por más fundamentalista que sea su ideología. A pesar de ello, no es posible
referirse al fenómeno subversivo en la región utilizando el membrete simplificador
de «narcoterrorismo», ya que ello impide distinguir actores, lógicas y motivacio-
nes muy diferentes (las de una actividad económica ilícita y las de un proyecto
político que busca conquistar el poder) que requieren medidas específicas para ser
combatidos eficazmente.
Con el objetivo de enfrentar más eficazmente a los grupos alzados en armas, la
estrategia contrasubversiva aplicada a partir de 1989 en la región nororiental
dejó de reprimir el cultivo de la hoja de coca para concentrarse en la identificación
y eliminación de los elementos subversivos. Con ello se evitaron las
confrontaciones con el campesinado cocalero, lo que hasta cierto punto permitió
la organización de comités de autodefensa. Entre 1989 y 1993 se registraron
importantes enfrentamientos entre fuerzas del orden y grupos subversivos. De
acuerdo con la lista de bajas proporcionada por las Fuerzas Armadas a la CVR,
cerca del 45% de los militares muertos durante todo el conflicto armado, se dieron
en operativos realizados en la región Nororiental. 37
Sin embargo, la estrategia contrasubversiva aplicada en la zona, al igual que en
otras regiones, también implicó actos sistemáticos de violaciones de los derechos
humanos, especialmente la práctica de la tortura y de la desaparición forzada.
Como se aprecia en el gráfico 20, a diferencia de las demás regiones donde se
registran picos en años específicos (1984 o 1989), en la región nororiental los nive-
les de intensidad del conflicto se mantuvieron relativamente constantes y eleva-
dos entre 1989 y 1993. Cientos de testimonios recopilados por la CVR dan cuenta
de la intensidad de la violencia que se vivió en la zona. Probablemente el río
Huallaga sea la fosa común más grande del país.
Si bien la región sur central no fue el principal escenario del conflicto entre los
años 1989 y 1992, la violencia no dejó de manifestarse con crudeza, especialmente
en las provincias de Huanta, La Mar y el valle del río Apurímac. En esa zona se
desplegó una intensa actividad de los comités de autodefensa, quienes en combi-
nación con las fuerzas del orden, obligaron al PCP-SL a replegarse cada vez más
hacia el monte y hacia las zonas más agrestes de la selva de Ayacucho, Cusco y
Junín.
A inicios de la década de 1990, la nueva estrategia contrasubversiva del Esta-
do, su acercamiento a la población local y las maniobras de los comités de
autodefensa provocaron que los grupos subversivos se encontrasen en una situa-
ción defensiva y cada vez más precaria en las zonas rurales de la mayoría de
regiones del país. En ese contexto, la dirección central del PCP-SL decidió
intensificar sus acciones en las zonas urbanas, particularmente en la capital, con