Hatun Hillakuy 2008-Hatun Willakuy. Versión abreviada del Informe | Page 101
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táneamente tomadas por miles de campesinos. El intento de reprimir la movi-
lización fracasó y se abrió un largo y conflictivo proceso en el cual las autorida-
des responsables de realizar la Reforma Agraria intentaban aplicar
compulsivamente el modelo asociativo, en tanto que los campesinos presiona-
ban por una alternativa entre parcelaria y comunal. En 1978 —tras nuevas
movilizaciones, conflictos y dirigentes encarcelados—, se entregaron las tie-
rras. Esta situación propició que los dirigentes de la Federación y de las tomas
de tierras, como Julio César Mezich y Lino Quintanilla, con el respaldo de una
lucha exitosa, se radicalizaran e ingresaran al PCP-SL a inicios de 1980 y fueran
los impulsores de su desarrollo en la zona.
La extrema pobreza rural: privatización del poder y los conflictos de las
comunidades
El sector de la sociedad rural más importante y más afectado en el conflicto arma-
do fue el de los márgenes más excluidos del país. Fue allí donde el PCP-SL inició
su expansión, conquistó conciencias y adhesiones, controló amplios espacios, lo-
gró importantes bases de apoyo y creó numerosos «comités populares»; en estas
zonas el PCP-SL llevó adelante de manera más completa su estrategia de nuevo
poder. Fue también allí donde se cometieron los casos más cruentos de ataque a
poblaciones civiles —tanto por parte de la organización subversiva como de las
Fuerzas Armadas— y donde se pagó el mayor costo en vidas humanas con la
destrucción de familias y comunidades enteras.
Estos sectores eran considerados irrelevantes para la economía nacional y los
planes de desarrollo. El Estado no estuvo presente en ellos para garantizar el acce-
so a la infraestructura y a los servicios públicos básicos. Asimismo, tampoco cum-
plió el papel de salvaguardar la tranquilidad, la seguridad y la propiedad de las
personas. Éstos eran, además, contextos rurales muy pobres, con una población
mayoritariamente quechuahablante y analfabeta, por lo que nunca habían estado
integrados a través del voto en los procesos electorales. Eran zonas mal comunica-
das con los mercados, inmersas en sus propios problemas, desestabilizadas por
antiguos conflictos de linderos o por el acceso diferenciado a tierras y sometidas a
situaciones de abuso o de ejercicio ilegítimo del poder.
Fue el espacio de lo que se llamó la mancha india: la sierra sur-central (Ayacucho,
Apurímac, Huancavelica) y las provincias altas del Cusco. La sierra rural de Pasco
y algunas zonas de Junín como la cuenca del Tulumayo compartieron estas carac-
terísticas, así como la violencia que se desarrolló durante el conflicto armado in-
terno.
En estos espacios de pobreza rural, si bien la población campesina estaba orga-
nizada en comunidades (con numerosos problemas internos), las únicas expecta-
tivas de progreso fueron individuales: la emigración y el acceso a la educación. Los
maestros o los hijos que estudiaban en las capitales provinciales, respaldados
por el prestigio que esto trae consigo, fueron prácticamente el único vínculo
con el progreso. Si bien cada localidad vivió una historia propia, los maestros
de las escuelas y la visita de jóvenes universitarios fueron una de las vías de
entrada del PCP-SL en este tipo de realidades. Con mayor o menor intensidad,