HARRY POTER Y LA PIEDRA FILOSOFAL Harry_Potter_y_la_Piedra_Filosofal_01 | Page 90
hazlo lo mejor que puedas, nosotros haremos el resto,
y aprenderemos hasta que nuestros cerebros se consuman.
Cada uno terminó la canción en tiempos diferentes. Al final, sólo los
gemelos Weasley seguían cantando, con la melodía de una lenta marcha
fúnebre. Dumbledore los dirigió hasta las últimas palabras, con su varita y,
cuando terminaron, fue uno de los que aplaudió con más entusiasmo.
—¡Ah, la música! —dijo, enjugándose los ojos—. ¡Una magia más allá de
todo lo que hacemos aquí! Y ahora, es hora de ir a la cama. ¡Salid al trote!
Los de primer año de Gryffindor siguieron a Percy a través de grupos
bulliciosos, salieron del Gran Comedor y subieron por la escalera de mármol.
Las piernas de Harry otra vez parecían de plomo, pero sólo por el exceso de
cansancio y comida. Estaba tan dormido que ni se sorprendió al ver que la
gente de los retratos, a lo largo de los pasillos, susurraba y los señalaba al
pasar; o cuando Percy en dos oportunidades los hizo pasar por puertas ocultas
detrás de paneles corredizos y tapices que colgaban de las paredes. Subieron
más escaleras, bostezando y arrastrando los pies y, cuando Harry comenzaba
a preguntarse cuánto tiempo más deberían seguir, se detuvieron súbitamente.
Unos bastones flotaban en el aire, por encima de ellos, y cuando Percy se
acercó comenzaron a caer contra él.
—Peeves —susurró Percy a los de primer año—. Es un duende, lo que en
las películas llaman poltergeist. —Levantó la voz—: Peeves, aparece.
La respuesta fue un ruido fuerte y grosero, como si se desinflara un globo.
—¿Quieres que vaya a buscar al Barón Sanguinario?
Se produjo un chasquido y un hombrecito, con ojos oscuros y perversos y
una boca ancha, apareció, flotando en el aire con las piernas cruzadas y
empuñando los bastones.
—¡Oooooh! —dijo, con un maligno cacareo—. ¡Los horribles novatos! ¡Qué
divertido!
De pronto se abalanzó sobre ellos. Todos se agacharon.
—Vete, Peeves, o el Barón se enterará de esto. ¡Lo digo en serio! —gritó
enfadado Percy
Peeves hizo sonar su lengua y desapareció, dejando caer los bastones
sobre la cabeza d e Neville. Lo oyeron alejarse con un zumbido, haciendo
resonar las armaduras al pasar.
—Tenéis que tener cuidado con Peeves —dijo Percy, mientras seguían
avanzando—. El Barón Sanguinario es el único que puede controlarlo, ni
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