HARRY POTER Y LA PIEDRA FILOSOFAL Harry_Potter_y_la_Piedra_Filosofal_01 | Page 58
la varita la que elige al mago.
El señor Ollivander estaba tan cerca que él y Harry casi estaban nariz
contra nariz. Harry podía ver su reflejo en aquellos ojos velados.
—Y aquí es donde...
El señor Ollivander tocó la luminosa cicatriz de la frente de Harry, con un
largo dedo blanco.
—Lamento decir que yo vendí la varita que hizo eso —dijo amablemente—.
Treinta y cuatro centímetros y cuarto. Una varita poderosa, muy poderosa, y en
las manos equivocadas... Bueno, si hubiera sabido lo que esa varita iba a hacer
en el mundo...
Negó con la cabeza y entonces, para alivio de Harry, fijó su atención en
Hagrid.
—¡Rubeus! ¡Rubeus Hagrid! Me alegro de verlo otra vez... Roble, cuarenta
centímetros y medio, flexible... ¿Era así?
—Así era, sí, señor —dijo Hagrid.
—Buena varita. Pero supongo que la partieron en dos cuando lo
expulsaron —dijo el señor Ollivander, súbitamente severo.
—Eh..., sí, eso hicieron, sí —respondió Hagrid, arrastrando los pies—. Sin
embargo, todavía tengo los pedazos —añadió con vivacidad.
—Pero no los utiliza, ¿verdad? —preguntó en tono severo.
—Oh, no, señor —dijo Hagrid rápidamente. Harry se dio cuenta de que
sujetaba con fuerza su paraguas rosado.
—Mmm —dijo el señor Ollivander, lanzando una mirada inquisidora a
Hagrid—. Bueno, ahora, Harry.. Déjame ver. —Sacó de su bolsillo una cinta
métrica, con marcas plateadas—. ¿Con qué brazo coges la varita?
—Eh... bien, soy diestro —respondió Harry.
—Extiende tu brazo. Eso es. —Midió a Harry del hombro al dedo, luego de
la muñeca al codo, del hombro al suelo, de la rodilla a la axila y alrededor de su
cabeza. Mientras medía, dijo—: Cada varita Ollivander tiene un núcleo central
de una poderosa sustancia mágica, Harry. Utilizamos pelos de unicornio,
plumas de cola de fénix y nervios de corazón de dragón. No hay dos varitas
Ollivander iguales, como no hay dos unicornios, dragones o aves fénix iguales.
Y, por supuesto, nunca obtendrás tan buenos resultados con la varita de otro
mago.
De pronto, Harry se dio cuenta de que la cinta métrica, que en aquel
momento le medía entre las fosas nasales, lo hacía sola. El señor Ollivander
estaba revoloteando entre los estantes, sacando cajas.
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