HARRY POTER Y LA PIEDRA FILOSOFAL Harry_Potter_y_la_Piedra_Filosofal_01 | Page 59
—Esto ya está —dijo, y la cinta métrica se enrolló en el suelo—. Bien,
Harry Prueba ésta. Madera de haya y nervios de corazón de dragón. Veintitrés
centímetros. Bonita y flexible. Cógela y agítala.
Harry cogió la varita y (sintiéndose tonto) la agitó a su alrededor, pero el
señor Ollivander se la quitó casi de inmediato.
—Arce y pluma de fénix. Diecisiete centímetros y cuarto. Muy elástica.
Prueba...
Harry probó, pero tan pronto como levantó el brazo el señor Ollivander se
la quitó.
—No, no... Ésta. Ébano y pelo de unicornio, veintiún centímetros y medio.
Elástica. Vamos, vamos, inténtalo.
Harry lo intentó. No tenía ni idea de lo que estaba buscando el señor
Ollivander. Las varitas ya probadas, que estaban sobre la silla, aumentaban por
momentos, pero cuantas más varitas sacaba el señor Ollivander, más contento
parecía estar.
—Qué cliente tan difícil, ¿no? No te preocupes, encontraremos a tu pareja
perfecta por aquí, en algún lado. Me pregunto... sí, por qué no, una
combinación poco usual, acebo y pluma de fénix, veintiocho centímetros, bonita
y flexible.
Harry tocó la varita. Sintió un súbito calor en los dedos. Levantó la varita
sobre su cabeza, la hizo bajar por el aire polvoriento, y una corriente de chispas
rojas y doradas estallaron en la punta como fuegos artificiales, arrojando
manchas de luz que bailaban en las paredes. Hagrid lo vitoreó y aplaudió y el
señor Ollivander dijo:
—¡Oh, bravo! Oh, sí, oh, muy bien. Bien, bien, bien... Qué curioso...
Realmente qué curioso...
Puso la varita de Harry en su caja y la envolvió en papel de embalar,
todavía murmurando: «Curioso... muy curioso».
—Perdón —dijo Harry—. Pero ¿qué es tan curioso?
El señor Ollivander fijó en Harry su mirada pálida.
—Recuerdo cada varita que he vendido, Harry Potter. Cada una de las
varitas. Y resulta que la cola de fénix de donde salió la pluma que está en tu
varita dio otra pluma, sólo una más. Y realmente es muy curioso que estuvieras
destinado a esa varita, cuando fue su hermana la que te hizo esa cicatriz.
Harry tragó, sin poder hablar.
—Sí, veintiocho centímetros. Ajá. Realmente curioso cómo suceden estas
cosas. La varita escoge al mago, recuérdalo... Creo que debemos esperar
grandes cosas de ti, Harry Potter... Después de todo, El-que-no-debe-ser-
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